Los migrantes venezolanos también deben luchar contra la aporofobia

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Foto: AP.

El término aporofobia fue acuñado por primera vez en 1995 por la filósofa española Adela Cortina. Esta palabra se conforma a partir de la voz griega á-poros, que quiere decir «sin recursos o pobre», y fobos, «miedo»; en su conjunto significa «odio, miedo, repugnancia u hostilidad ante el pobre, el que no tiene recursos o el que está desamparado».

Ligia Bolívar, investigadora asociada del Centro de Derechos Humanos de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), aseguró a Radio Fe y Alegría Noticias que en el momento de que en los países de la región comienza a ingresar personas con un perfil socioeconómico-educativo más bajo, la bienvenida no se produce.

«Allí se inicia la aporofobia en la medida que se le da la bienvenida no necesariamente a migrantes, sino a sus capacidades productivas, a sus ingresos», explicó Bolívar.

Refirió que desde 2015 profesionales venezolanos altamente calificados y técnicos superiores emigraron hacia Perú y otros países latinoamericanos, donde en ese momento no era necesario tener pasaporte ni Visa.

«Convalidaban los títulos prácticamente de manera automática cuando ingresaban, estamos hablando de que alrededor del 95% de la población que ingresaba a Perú lo hacía con pasaporte. Eran profesionales la mayoría, más del 70% y eran bienvenidos», resaltó.

Posteriormente la crisis económica en Venezuela se acentuó de tal forma que no solo el personal técnico se vio obligado a emigrar, también lo hizo la persona con un perfil socioeconómico más bajo, dando origen al rechazo, aporofobia.

Además de la estigmatización al venezolano migrante, Bolívar asevera que se da otro fenómeno, el que los nativos de los países receptores crean de que van a ser sustituidos por la mano de obra venezolana.

«Son vistos (los venezolanos migrantes) como una competencia, aunque no lo sean. Se interpreta que el obrero viene a quitarle el trabajo al obrero, que la empleada doméstica viene a quitarle el trabajo a la empleada doméstica cuando no es así, porque la realidad es que esta población trata de sobrevivir con ingresos inferiores y sin condiciones laborales iguales que sus pares del país receptor», afirmó Bolívar.

La investigadora asociada del Centro de Derechos Humanos de la UCAB insistió en que es una situación muy lamentable donde los países simplemente rechazan al pobre, «incluyendo al pobre del propio país»; sin embargo, para Bolívar, el que lleva las de perder siempre es el que llega de otra nación, porque está en una condición de mayor vulnerabilidad.