Desde la ventana del Palacio Apostólico del Vaticano, el papa Francisco alentó a los fieles católicos reunidos para el rezo del Ángelus este domingo en la Plaza de San Pedro a “reflexionar sobre esto: Jesús no vino a condenar, sino a salvar”.
El santo padre señaló que el Evangelio de este cuarto Domingo de Cuaresma (Jn 3, 14-21) “nos presenta la figura de Nicodemo, un fariseo, ‘uno de los líderes de los judíos’”, que “vio los signos que Jesús hacía, reconoció en Él a un maestro enviado por Dios y salió a su encuentro de noche, para no ser visto”.
“El Señor lo acoge, dialoga con él y le revela que no ha venido a condenar sino a salvar al mundo”, destacó el papa.
Francisco resaltó a continuación que “a menudo en el Evangelio vemos a Cristo revelando las intenciones de las personas con las que se encuentra, a veces desenmascarando actitudes falsas, como con los fariseos, o haciéndoles reflexionar sobre el desorden de su vida, como con la samaritana”.
“Ante Jesús no hay secretos: Él lee en el corazón, en el corazón de cada uno de nosotros”, indicó.
El papa Francisco señaló que esta capacidad de Jesús “podría resultar inquietante porque, si se utiliza incorrectamente, perjudica a las personas, exponiéndolas a juicios sin misericordia. De hecho, nadie es perfecto, todos somos pecadores, todos cometemos errores, y si el Señor usara el conocimiento de nuestras debilidades para condenarnos, nadie podría salvarse”.
Sin embargo, subrayó, “no es así”, y Jesús no utiliza esta capacidad “para señalarnos con el dedo, sino para abrazar nuestra vida, para liberarnos de los pecados y para salvarnos”.
“A Jesús no le interesa juzgarnos ni someternos a sentencia; Él quiere que ninguno de nosotros se pierda”, precisó.
El santo padre destacó que “la mirada del Señor sobre cada uno de nosotros no es un faro cegador que deslumbra y nos pone en dificultad, sino la luz suave de una lámpara amiga, que nos ayuda a ver el bien en nosotros mismos y a darnos cuenta del mal, para convertirnos y sanar con el apoyo de su gracia”.
“Jesús no vino a condenar, sino a salvar al mundo”, reiteró el papa. “Pensemos en nosotros, que tantas veces condenamos a los demás; tantas veces nos gusta cotillear, buscar chismes contra los demás. Pidamos al Señor que nos dé a todos esta mirada de misericordia, que miremos a los demás como Él nos mira a todos”.
“Que María nos ayude a desear el bien unos de otros”, concluyó.
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