¿Quiénes se encargan de controlar las epidemias?

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Antes de tener nombre, el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida) fue una epidemia de miedo. Aunque la enfermedad se originó por la mutación de un virus proveniente de los chimpancés en África Central, los primeros casos se reportaron en California, Estados Unidos, en 1981. Era una enfermedad nueva, de un virus desconocido. Se transmitía por las relaciones sexuales, por vía sanguínea y de las embarazadas a los fetos.

Los primeros pacientes eran blancos, de clase media y homosexuales. Después detectaron casos en inmigrantes haitianos, en adictos que se inyectaban heroína, en personas que habían pasado por cirugías y en personas hemofílicas. Era causada por el virus de inmunodeficiencia humana (VIH), que atacaba el sistema inmunológico y debilitaba al organismo. La mayoría de los pacientes moría por enfermedades oportunistas, afecciones simples que se hacían letales debido a la incapacidad del organismo para defenderse.

Inicialmente se le consideró una enfermedad de minorías. Por eso y por su transmisión sexual, muchos países demoraron en tomar medidas para atenderla y prevenirla. Muchos se resistían a implementar campañas que fomentaran el sexo con protección. Las medidas de contención tardaron y la enfermedad se propagó por el mundo en meses.

Cuarenta años después, el VIH/sida es la pandemia más larga, y que ha causado más muertes desde el siglo XX. Hasta 2018, 74,9 millones de personas habían sido diagnosticadas y 32 millones habían muerto por la enfermedad. Pero la evolución en tratamientos ha permitido disminuir su letalidad. Desde 2005 las muertes anuales bajaron de 1,9 millones a 770 mil personas en 2018. El virus tiene muchas mutaciones y es inviable crear una vacuna para prevenirlo, pero ya existen dos personas que lo han superado. El segundo caso, confirmado en 2019, es el de un venezolano que vive en Inglaterra.

En África el VIH/sida sigue siendo una de las principales causas de muerte y pobreza. En muchas partes del mundo todavía persiste el estigma contra los pacientes, algunos gobiernos impiden la entrada o deportan a personas con VIH/sida.

En Venezuela, el reporte de casos de VIH/sida es obligatorio desde 1987. En 1999, una sentencia de la Corte Suprema de Justicia declaró que el Estado venezolano debe garantizar el tratamiento con antirretrovirales, las pruebas de diagnóstico y medicamentos para las enfermedades oportunistas. Pero organizaciones no gubernamentales han denunciado fallas en la entrega de tratamientos desde 2009. La Organización Panamericana de la Salud ha señalado que también hay escasez de reactivos para detectar nuevos casos.

Aunque inicialmente se asoció la enfermedad con grupos minoritarios, y por ello se discriminó a la población homosexual y a los trabajadores sexuales, pronto se determinó que los trabajadores de salud eran un grupo de riesgo.

Debido a su rol durante la atención de una epidemia, los médicos y enfermeras están más expuestos a las enfermedades contagiosas. Son considerados población de alto riesgo de contagio y muerte. Todas las políticas públicas relacionadas con el control epidémico deben priorizar la protección del personal de salud para mantenerlo saludable y activo en las labores de control epidémico.

El personal sanitario es la base de todas las políticas de control epidémico. Médicos, enfermeras, paramédicos, bioanalistas, científicos y personal de salud pública son quienes enfrentan los brotes, los estudian y pueden controlarlos. Tener personal suficiente y capacitado puede hacer la diferencia en el desarrollo de una epidemia.

Incluso cuando se trata de enfermedades sin tratamiento específico, solo el hecho de dar atención médica adecuada para paliar síntomas puede reducir la mortalidad de una enfermedad. Durante el brote de ébola en el oeste de África en 2014, implementar atención médica adecuada ayudó a reducir las muertes por la enfermedad de 75% a 33%, según estimaciones de la OMS.

Sin embargo, la organización ha comunicado que más de 50 países tienen escasez de personal médico. Esta deficiencia crónica de médicos y enfermeras ocurre principalmente en países de bajos ingresos, con servicios de salud débiles y sistemas de vigilancia fallidos, donde es mucho más común que aparezcan brotes epidémicos.

El estándar que usa la OMS para estimar la densidad de personal sanitario es 10 médicos y 40 enfermeras por cada 10.000 habitantes. Los países que tienen menos de esa cantidad de médicos y enfermeras por cada 10.000 habitantes tienen déficit de personal.

Según las estadísticas globales de salud de 2019, el promedio global es de 15 médicos y 34 enfermeras por cada 10.000 habitantes. 40% de los países del mundo tienen menos de 10 médicos por cada 10.000 habitantes; y casi 60% tienen menos de 40 enfermeras por cada 10.000 habitantes.

Cuando hay menos personal de salud, más vulnerable es el sistema sanitario de un país. La región con más escasez de personal es África, donde todos los países tienen menos de 40 enfermeras por cada 10.000 habitantes, y 90% de los países tienen menos de 10 médicos por cada 10.000 habitantes. Europa es la región con mayor capacidad de atención: ninguno de sus países tiene escasez de médicos y menos del 10% tiene menos de 40 enfermeras por cada 10.000 habitantes.

Durante el desarrollo de la pandemia de COVID-19, el reporte conjunto entre la OMS y el gobierno chino estimaba que hasta el 20 de febrero de 2020 había 55.924 casos confirmados en China, y 2.055 de ellos (3,6%) eran de trabajadores de la salud. En Italia, hasta el 16 de marzo de 2020 había 27.980 casos confirmados y 2.339 (8,4%) eran de personal sanitario. Un estudio publicado en The Lancet estimaba que los trabajadores de salud podían representar 20% de los casos en Italia.

Los trabajadores sanitarios enfrentan otro riesgo: la epidemia ha crecido tan rápido que la cantidad de pacientes ha superado la capacidad del sistema de salud y no tienen suficientes implementos para atenderlos.

En Italia los médicos han instalado carpas de triaje en la entrada de los hospitales y, como ocurre en guerras y conflictos armados, deben tomar la decisión de atender a algunos y desproteger a otros, porque los recursos no alcanzan para todos los que necesitan atención. En España han invitado a médicos inmigrantes a incorporarse a los hospitales. En Estados Unidos pidieron a trabajadores retirados que retomen sus trabajos.

Muchos médicos y enfermeras trabajan bajo presión, en condiciones que ponen en riesgo su salud mental y emocional, sin recursos suficientes para protegerse. La OMS alertó a principios de marzo que era necesario aumentar la producción de implementos de protección para el personal sanitario.

Este trabajo fue realizado originalmente por Prodavinci con el apoyo de Pulitzer Center y lo puedes ver haciendo click aquí.