Adelis Ramírez trabajaba en una estación de servicio en Barinas. Siempre veía a los vendedores ambulantes ofreciendo sus productos,pero jamás se imaginó que a su edad, le tocaría ganarse la vida como comerciante en la frontera colombo venezolana.
Adelis quedó desempleado y se ingenió una quincalla ambulante donde vende desde un bombillo hasta pastillas de para el malestar de casa en casa.
“Como se puso el país cerraron la estación, nos liquidaron a todos y quedé sin trabajo. Me tocó agarrar esta canastica y venirme a la frontera para llevar lo del día a día a la casa”, cuenta.
Una esposa, una madre y cinco hijos deben ayudarse y trabajar en equipo para sobrellevar la crisis. Adelis, como cabeza de hogar, se rebusca en la frontera bajo el sol llanero o las torrenciales lluvias, pero la fe y la esperanza lo mantienen con ánimo de calle en calle ofreciendo sus productos.
“Dios por delante, pero sueño que esto mejore, que los riales alcancen. Yo tengo mi carrito parao desde hace dos años por batería y cauchos. Lo que consigo es para la comida, pero esto se tiene que acomodar, nada dura para siempre”, reflexiona.
Guasdualito, en Venezuela, y Arauca, en Colombia, se han convertido en un punto de llegada para migrantes y desplazados. Así llegó Adelis Ramírez con una cesta tejida donde vende de todo un poco.
Sueña con una mejor Venezuela como en la que creció.
Cuando lo asedia la desesperación, se aferra a la fe ya que está convencido de que vendrán cosas nuevas para Venezuela.