San Romero de América ruega por nosotros

54
Foto DIANA ULLOA/ AFP)

Este 24 de marzo recordamos los 41 años de la muerte martirial de Monseñor Oscar Arnulfo Romero, el primer santo de El Salvador e inspirador de millones de cristianos en América Latina y el mundo.

A Romero lo asesinaron por decir la verdad, por señalar las injusticias, por reclamar respeto a los derechos humanos, por defender a un pueblo que no tenía voz, por mostrarle el rostro del Dios amoroso a los pobres de esta tierra.

El Arzobispo de San Salvador fue asesinado por escuadrones de la muerte un 24 de marzo del año 1980 en plena guerra civil mientras celebraba una misa en la capilla de un hospital para enfermos de cáncer.

Según el informe de la Comisión de la Verdad, una instancia surgida de los acuerdos de paz que pusieron fin a 12 años de guerra civil, el principal instigador acusado del asesinato de Romero fue el mayor Roberto D´Abuisson, fundador de los escuadrones de la muerte en los cantones, en la ciudad, en todo El Salvador y hasta en los países vecinos.

Todos los domingos por la mañana se escuchaban las homilías del Arzobispo Romero. Una vez dijo: «Yo tengo fe hermanos en que un día saldrán a la luz todas esas tinieblas y que tantos desaparecidos y tantos asesinados y tantos cadáveres sin identificar y tantos secuestros que no se supo quien los hizo, tendrán que salir a la luz y entonces tal vez nos quedemos atónitos sabiendo quienes fueron sus autores».

Cada semana frente a una multitud que abarrotaba la catedral de San Salvador, y a quienes le seguían por la radio, Romero daba a conocer los hechos de los días anteriores.

Muchas de las personas que estuvieron cerca de él reconocen que fue una persona que no solo incomodó a los gobiernos de turno sino a la misma Iglesia.

Decir la verdad y exigir respeto a la dignidad de un pueblo que clamaba justicia no era bien visto por quienes sustentaban el poder.

El Santo de América tuvo tuvo su conversión cuando vio las injusticias y cómo los poderosos, junto al poder político, cometían los más atroces asesinatos de campesinos y de toda persona que tuviera valentía para alzar la voz reclamando sus derechos.

También es importante destacar cómo su cercanía con el jesuita Rutilio Grande, también asesinado por militares, marcó su vida y le hizo convertirse en la voz de los sin voz.

«No le tengamos miedo a quedarnos solos si es en honor a la verdad. Tengamos miedo de ser demagogos, de andar ambicionando las falsas adulaciones del pueblo si no le decimos la verdad. Estamos cometiendo el peor pecado, traicionando a la verdad y traicionando al pueblo».

Una justicia lenta y tardía

El caso de Romero se judicializó en el año 2017 tras la declaratoria de inconstitucionalidad de la Ley de Amnistía.

Los avances son muy pocos. Y es que las instituciones del Estado no han apoyado el proceso de investigación.

Así lo ha señalado Alejandro Díaz, unos de los abogados acusadores en esta causa. «También estamos denunciando la lentitud por parte de las instituciones del Estado para su investigación del asesinato y también de cumplimiento de medidas de reparación a nivel internacional. Como obstáculos a la justicia interna vemos que la Fiscalía General de la República lleva muy lenta la investigación contra los demás autores intelectuales y materiales del caso».

Hasta la fecha el único que está siendo procesado por el asesinato del Arzobispo, y es prófugo de la justicia, es el capitán de las Fuerzas Armadas Álvaro Sarabia, quien tuvo participación en la comisión del crimen al cumplir y dar órdenes y además en diseñar parte de la estrategia usada para matarlo.

A 41 años de esta muerte martirial el Estado no ha cumplido con la reparación ordenada por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, CIDH, desde el año 2000. Y en particular no ha investigado, juzgado ni sancionado a los responsables intelectuales y materiales de su ejecución.

Y tampoco ha promovido una auténtica reconciliación nacional como aplicación consecuente de la declaratoria de inconstitucionalidad de la Ley de Amnistía General de 1993.

En esta ocasión el Santo de América será recordado como esa figura que se enfrentó al poder político y económico en defensa de los más débiles, de los preferidos por el Dios de la vida, de un pueblo que clamaba por paz, justicia y verdad.

Y desde Venezuela también le pedimos al mártir y Santo de los altares, desde 2018, que ruegue por nosotros!

Y como dijiste en una ocasión cuando te embargaba la indignación queremos repetir contigo ¡Cese la Represión!

Este es un trabajo especial de Herminia Funes, de radio YSUCA de El Salvador.