“Señor, ayúdame, quiero volver a ver a mis hijos” y fue cuando Alba volvió a flotar

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Sus piernas estaban acalambradas, el agua se puso más fría y salada.  La noche se tornaba más oscura. Apenas le acompañaban unos cocuyos, embravecidas olas y pronto Dios estuvo con Alba Sánchez. ¿Sería la una de la madrugada? La luna se había ocultado.

Los últimos días de Alba en el sector Villa Bolivariana, Tucupita, fueron de hambre. Se entristecía cuando no podía darle de comer a sus tres hijos. Ella ya estaba decidida marcharse a Trinidad y Tobago. Pronto solicitó apoyo a algunos familiares que tiene en otros países y pagó 300 dólares para que la llevaran a la isla.

El estado Delta Amacuro es una de las entidades de Venezuela con más cercanía a Trinidad y Tobago, además del estado Sucre. Por esta realidad geográfica, varios grupos de personas han desarrollado un mercado ilegal de transporte; la ruta por donde cientos de venezolanos han partido en busca de mejores condiciones de vida, aunque otros han muerto intentándolo, como ocurrió la noche del 22 de abril en la costa norte del Delta.

Alba Sánchez tomó un pequeño bolso, metió poca y la más cómoda ropa que pudo.  En la sala de su casa se despidió de sus tres hijos abrazándolos muy fuerte, los besó y abordó el auto que la llevaría hasta La Horqueta, una localidad rural que está al noreste de Tucupita. Transcurría el domingo 20 de abril.

Alba Sánchez, se recupera de la terrible experiencia, y espera no volver a vivirla. Foto: Radio Fe y Alegría Noticias.

Ese mismo día partieron desde La Horqueta hasta la barra de Cocuina, una zona de la costa en Delta Amacuro, separada de Trinidad y Tobago solo por el golfo de  Paria. Habían estado en la selva ocultándose de las fuerzas de seguridad, donde todos pudieron intercambiar algunas palabras y conocerse.

Como si se tratara de un presagio o el anuncio de un milagro de Dios, uno de esos días mientras todos aguardaban por cruzar a la isla, una de las personas le dijo a Alba: “Pero tú sabes nadar, vale”. Ellos se bañaban en un caño, fue cuando ella supo que varios de los que viajaban no sabían nadar.

El Delta del Orinoco es un  intrincado lugar que tiene más de 300 caños que desembocan al océano Atlántico, solo por uno de ellos salió aquella embarcación con 24 personas a bordo. Durante lo que va del año 2021, las fuerzas de seguridad han impedido ocho zarpes ilegales con destino a Trinidad y Tobago.

El día de salida

El jueves 22 de abril, Alba se puso la ropa más cómoda y ligera la noche en que partieron desde la barra de Cocuina hasta Trinidad y  Tobago. El motor fuera de borda de 115 HP comenzó a acelerar tras haber trasbordado a siete personas a otra embarcación.

Conforme se adentraban en el mar, la brisa rozaba sin delicadeza sus rostros, las olas golpeaban el bote y Alba comenzó a marearse. Todos callaban, aunque ella oraba en silencio.

Ahora las marejadas sacuden sin  mayor esfuerzo aquella embarcación y los pasajeros comienzan a advertir del peligro. Todo está oscuro, la luna se ha ocultado. Pronto ven luces que son las de un barco flotante. En medio del vaivén logran pasar este lugar. Se oye decir al fondo:

– Ya pasamos el barco.

Nadie sabía ni recuerda qué hora era. Alba sigue aferrada a Dios, aunque las olas, se posaban fuertemente sobre la embarcación.

Una primera marejada sacudió el bote como barco de papel. Alba se mostraba tranquila y nunca dejó de confiar en Dios. Un hombre y una mujer estaban sentados a la derecha e izquierda  respectivamente, vieron en ella serenidad y ambos la tomaron de donde pudieron.

– Tranquilízate, todo va a salir bien. Dios es bueno y tiene el control,  le dijo Alba a la chica que la sostenía y se abrazaron.

Al otro lado estaba el muchacho.

– ¿Tienes miedo?, preguntó Alba.

– Sí vale, tengo mucho miedo, le respondió el joven.

– Tranquilízate, todo va a salir bien.

Las olas arreciaron y tuvieron que tomar una nueva decisión.

– Lancen los bolsos al agua, todo lo que tengan. Y fue lo que hicieron.

Dos latas de queso blanco fueron arrojadas al mar para tomar estos recipientes y así “achicar” el agua del bote. Estaban por lograrlo, pero vino lo peor.

Una ola de tres metros hundió el bote. De inmediato se escucharon borbollones de agua, gritos y llantos desesperados. La muerte estaba entre ellos. Alba se lanzó al mar sin asumir alguna otra decisión. Cuando lo hizo, una chica se sujetó de ella y la estaba ahogando. Logró zafarse de sus brazos  y se alejó de aquel sitio. Todo estaba oscuro.

Se oyen gritos aun en medio del rugir y el chapoteo final de las marejadas que rompían sobre ellos.

– Dale para allá, dale, dale para allá.

-Mis hijos, mis hijos.

– No sé nadar.

– agárrate, agárrate del tambor.

– Dios es grande y poderoso.

Alba Sánchez se fue alejando porque temía ser sujetada por alguien más y ahogarse. A lo lejos fue desapareciendo lentamente los gritos de auxilio. Solo podía imaginarse lo que ocurría, la luna ya se había ocultado.

Cuando ya estuvo lejos, intentó tomar algún  rumbo fijo, pero sabía que podría ser contraproducente. Recordó aquel barco que lograron pasar hacía 20 minutos o media hora, pero estaba totalmente desorientada. Fue cuando comenzó la película de su vida.

Sus piernas estaban acalambradas, el agua se puso más fría y salada. Lo supo por los sorbos que bebió inevitablemente.  La noche se tornaba más oscura. Apenas la acompañaban unos cocuyos, embravecidas olas y pronto Dios estuvo con Alba Sánchez, ¿sería la una de la madrugada? Las tinieblas y el miedo se apoderaron de ella.

Alba flota, pero ya no puede mover sus piernas. El calambre va invadiendo cada espacio de su cuerpo. Cerca de ella hay muchas luciérnagas que titilan- primero- sobre un agua de color marrón, pero más tarde, verde. Las olas ya la han ido arrastrando mar abierto.

Comenzó a llorar y a perder las esperanzas, pero regresó a los brazos de Dios, que la reconfortó.

– Señor, si esta es tu voluntad que así sea, pero estoy tranquila porque moriré en tus brazos. Fue lo que dijo a viva voz en medio de mar. Pero después pensaba en sus hijos y suplicaba a Dios dejarla vivir porque quería volver a verlos, abrazarlos, besarlos y sentir sus olores, que los recordaba.

– Señor, ayúdame. Quiero volver a ver a mis hijos. Ten misericordia de mí, señor. Mientras oraba esta vez a todo pulmón, las marejadas la echaban de un lado a otro como si tratara de una pequeña prenda de vestir en una gran lavadora.

Una canción a Dios que le salvó la vida

Estuvo en silencio por varios minutos y esta vez decidió hablarle a Dios con una canción.

Vídeo: cortesía de tanetanae.com

Tras recitar la canción, un áspero cuerpo rozó una de sus piernas, pero ella la retira rápido.

– ¿Será que he pisado la cabeza de un cadáver?, lo pone en duda y decide volver a establecerse allí, esta vez con determinación.

Se siente como esponja, luego como un gran pez, pero no llega a pensar que es una playa. Pisa firme, aunque no logra sostenerse, ya que el oleaje es fuerte.

Alba nadó desorientada por varios minutos más, nunca dejó de orar. Llegó un momento en el que gritó muy fuerte pidiendo misericordia de Dios, fue entonces cuando, al alzar la cabeza al horizonte, pudo ver las luces del barco que más temprano dejaron atrás. Los reflectores de este apuntaban hacia el mar, ella gritaba, levantaba las manos, pero nadie la escuchaba ni la veían.

Mientras más nadaba hacia el barco, las olas la alejaban aún más, pero Alba jamás dio un paso atrás y se aferró a la vida.

Está amaneciendo y todavía no logra llegar al barco, sus esfuerzos son en vano en el mar que quiere devorarla y sepultarla en sus aguas. Ella sigue orando, hasta que los primeros rayos de sol iluminan su rostro, sus esperanzas.

Alba no se explica cómo, pero su cuerpo ahora es arrastrado rápidamente hacia al barco. No estaba cansada. Grita una vez más y  esta vez sí la ven.

Alba Sánchez, no perdió la fe y siempre oró. Foto: Radio Fe y Alegría Noticias.

“Cuando me vieron ya no nadé más, sabía que iban a venir por mí”.  Se quedó tranquila aun en el agua. Fue cuando registraron en vídeo su rescate.

Unos ángeles de Boca Grande

Los tripulantes del barco de nombre Boca Grande fueron sus ángeles. Le brindaron cobijo, ropa y comida. A todos les sorprendían la serenidad de Alba.

Mientras comía, estas personas le dijeron haber rescatado con vida a dos náufragos más. Eran las 2 de la madrugada cuando lograron sacarlos del agua. Todos hombres.

Deja por momentos la comida, quiere verlos, está desesperada por saber de ellos, verlos, abrazarlos y preguntar por los demás. Pero todos duermen en la cubierta.

Cuando los dos despertaron, pronto estuvieron cara a cara con Alba, corrieron entre sí para el reencuentro, se abrazaron, lloraron.

  • Yo sabía que eras tú, gordita, yo sabía, porque nadabas como una sirenita, le dijo uno de los jóvenes con el que conversó antes de zarpar desde la Barra de Cocuina.

Navegan con destino a Tucupita. Antes pasan por Pedernales, lugar donde deben pasar por dos sobrevivientes más, además de embarcar el cadáver de una mujer que no lo había logrado.

Alba Sánchez mira acercarse aquel cuerpo. Cuando lo tuvo al frente, supo era la joven que se aferró a ella segundos antes de que el mar los abrazara a todos. No pudo seguir viendo, solo oró por ella y tragó profundo.

Ella ahora ya está en Tucupita. Se siente un poco nerviosa, no comprende por qué luego de haber atravesado las horas más largas de su vida en el mar. Esta vez quería abrazar a sus hijos, darles muchos besitos. Sale de la sede del CICPC y mira a una multitud que todavía no logra distinguir de su familia. Pronto corren a su encuentro y ella también lo hace. Hay llantos,  abrazos y ahora son sus hijos que ven nacer a mamá, para la gloria de Dios.