Los restos de Desmond Tutu, uno de los principales combativos contra el Apartheid en su natal Sudáfrica, recibieron este sábado 1 de enero una santa despedida.
Sin pompas ni bullicio, cómo él lo había solicitado, pero si con muchas emociones encontradas sus familiares, amigos y compañeros de fe le dieron el último adiós en una sencilla ceremonia que presidió su colega el Arzobispo de Ciudad del Cabo Thabo Makgoba.
“Papá diría que el amor que todo el mundo nos ha mostrado (esta semana) es reconfortante”, dijo su hija Mpho a los asistentes. “Os damos las gracias por haberlo querido tanto”.
Por su parte, el presidente de Sudáfrica Cyril Ramaphosa expresó que «Madiba (el nombre del clan de Nelson Mandela) fue el padre de nuestra democracia, el arzobispo Tutu, su padre espiritual”.
La viuda de Desmond Tutu “Mama Leah”, como la llaman cariñosamente los sudafricanos, recibió de manos del mandatario una bandera nacional.
El féretro en el que permaneció en la catedral de San Jorge durante los dos días anteriores, para que miles de personas pudieran acudir a honrar su memoria, era de pino claro. Había pedido “el menos caro posible”, en un país en el que los funerales son a menudo una muestra de opulencia.
La caja no tenía asas de oro, sino simples trozos de cuerda para llevarlo, que recuerdan el sobrio cinturón de los frailes franciscanos, con un ramo de claveles blancos encima. El arzobispo Tutu no quiso ninguna otra flor en la iglesia.
El Arzobispo emérito de Sudáfrica murió el pasado 26 de diciembre a los 90 años de edad. Fue galardonado en 1984 con el premio Nóbel de la Paz por su lucha a favor de los derechos humanos en su país y en especial contra la política discriminatoria del Apartheid.
En una ocasión el también fallecido Nelson Mandela dijo de Tutu que era “la voz de los sin voz”, una voz “a veces estridente, a menudo tierna, nunca asustada y rara vez desprovista de humor”.
Parte de lo que hizo e inspiró a hacer a favor de la justicia y la verdad
Su figura comenzó a cobrar extraordinaria prominencia a partir de 1978, como director del Consejo Eclesiástico Sudafricano, punta de lanza en su campaña contra la segregación.
Seis años después, Tutu recibiría el Premio Nobel de la Paz, antes de ser elegido como arzobispo de Ciudad del Cabo en 1986, uno de los años más violentos de la era del Apartheid.
En esos momentos, Tutu redobló sus esfuerzos para conseguir la imposición de sanciones contra el Gobierno, dirigió marchas de protesta y usó su púlpito para desafiar la represión estatal.
Con la victoria de Nelson Mandela como primer presidente de la República Sudafricana en 1994, Tutu asumió un nuevo papel como presidente de la Comisión de Verdad y Reconciliación del país.
La comisión investigó las atrocidades del Apartheid, y Tutu pasó a adoptar una función unificadora entre blancos y negros del país.
Además, adoptó una postura crítica contra los sucesivos gobiernos del histórico Congreso Nacional Africano, el partido de Mandela, al que criticó durante años por sus escándalos de corrupción, el mayor obstáculo para alcanzar la utopía de la “nación arcoiris” en la que esperaba que se convirtiera el país.
De 2007 a 2013, ya en sus últimos años de vida pública, Tutu presidió la organización de Los Ancianos, un grupo independiente de veteranos líderes mundiales que trabajaron juntos por la paz y los Derechos Humanos.
Desde la Iglesia
Desmond Mpilo Tutu nació en una pequeña ciudad minera de oro en lo que entonces era la provincia del Transvaal, en el noreste de Sudáfrica.
Primero siguió los pasos de su padre como maestro, pero abandonó esa carrera después de la aprobación de la Ley de Educación Bantú en 1953, que introdujo la segregación racial en las escuelas.
Se unió a la iglesia y fue fuertemente influenciado por muchos clérigos blancos del país, especialmente por otro fuerte oponente del Apartheid, el obispo Trevor Huddleston.
Se desempeñó como obispo de Lesotho (de 1976 a 1978), obispo asistente de Johannesburgo y rector de una parroquia en Soweto, antes de su nombramiento como obispo de Johannesburgo.
Desde esas posiciones alzó su voz contra la injusticia en Sudáfrica y nuevamente lo haría, a partir de 1977, como secretario general del Consejo Sudafricano de Iglesias.
Como jefe de la Iglesia Anglicana en Sudáfrica, continuó haciendo campaña activamente contra el Apartheid. En marzo de 1988 declaró: «Nos negamos a ser tratados como el tapete para que el gobierno se limpie sus botas militares».
En 1989 fue arrestado por negarse a abandonar una manifestación que había sido prohibida.
En 1995, lo nombraron jefe de la Comisión de Reconciliación y Verdad.