Son muchos los que opinan que después de las guerras de independencia y federal, estamos viviendo los días más negros de toda la historia de Venezuela. Veinte años de desgobierno, desaciertos, corrupción, incompetencia y la terquedad para no reconocer los problemas y cambiar de rumbo, han terminado por destruir el país con mayores potencialidades de Latinoamérica, y lo han convertido en el más miserable. De un país de acogida donde millones encontraron aquí un lugar para huir de la miseria, la persecución y las guerras y rehacer dignamente sus vidas, nos hemos convertido en un país de adioses, donde millones están huyendo porque aquí les resulta imposible sobrevivir.
Pero no podemos acostumbrarnos a vivir en esta total precariedad ni resignarnos a ella. ¡Ya está bien de soportar tantos abusos y tanto sufrimiento! Amar a Venezuela significa trabajar por salir del caos con tesón, esperanza y compromiso. Por ello, frente al “no hay nada que hacer” de los rendidos, debemos levantar el “todo está por hacer” de los valientes que no se resignan y siguen trabajando. Frente al “estamos en Venezuela” que se repite con un dejo de ironía y de tristeza para justificar el desastre, debemos levantar “Otra Venezuela es posible y estamos dispuestos a lograrla”. Frente al “Tenemos Patria”, debemos levantar “La Patria agoniza y nos convoca”. Tener Patria significa tener comida, salud, seguridad, trabajo digno y bien remunerado; tener paz y tener futuro; tener un ejército al servicio del país y de la constitución; tener poderes autónomos e independientes.
Cuando converso con algún madurista y le planteo que me diga una sola cosa que funciona bien, evade el tema y empieza a culpar de todos los males al imperio, a la guerra económica y a las sanciones; o, cegado por la ideología que le impide ver la realidad, repite que antes el pueblo vivía peor.
La mayoría de los venezolanos sobrevive en la angustia y la incertidumbre de no saber si tendrá mañana. La incertidumbre genera miedo, paralización, derrotismo. Si no sabemos si tenemos futuro, para qué hacer planes. Por ello, la gente trata de sobrevivir cada día, mientras otros se aprovechan de la situación, en una guerra de pueblo contra pueblo. Pero, ante esta situación, no podemos resignarnos ni rendirnos. Ni considerar normal aguantar apagones y bajones, vivir sin agua, gas o gasolina, aceptar que la gente viaje en camiones de ganado, o que el bolívar sea un papel sin valor. No podemos resignarnos a la escasez, la especulación, el bachaqueo, la hiperinflación, la falta de educación y de salud, ni que intenten robarnos la dignidad con un excluyente carnet de la patria y una bolsa miserable de comida.
Son tiempos para personas valientes, resilientes, que no se rinden. Son tiempos para hacer realidad lo del bravo pueblo del himno. Para ganar la batalla de la libertad, debemos estar convencidos de que podemos ganarla. Si piensas que estás vencido, lo estás. Si piensas que perderás, ya has perdido, Si piensas que no vale la pena el esfuerzo, nunca te esforzarás. Si piensas que puedes, que podemos, triunfaremos. Son tiempos para la organización y la acción. Sólo unidos lograremos salir del abismo.
Es la hora de superar las diferencias y de articularnos en un gran bloque unitario que devuelva la esperanza y democráticamente saque al país del abismo. Es la hora de apoyar masivamente la consulta popular, como primer paso para lograr unas elecciones presidenciales limpias, justas y transparentes con observación internacional imparcial.