Venezuela tiene una policía más mortífera que la delincuencia (y II)

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En este mes de abril se cumplen 15 años de la reforma policial que emprendió la CONAREPOL. En la primera entrega el P. José Francisco Virtuoso, rector de la UCAB, contaba su experiencia en los inicios de todo este trabajo. En este nuevo informe analiza el contexto actual y sin temor a equivocarse asegura que hoy estamos mucho peor.

Se le preguntó por ¿cuáles son las grandes diferencias, los nuevos actores en juego, si comparamos el diagnóstico de la CONAREPOL en 2005 con la situación actual de la seguridad ciudadana?

Virtuoso señala que le ha gustado «mucho el informe del Observatorio de Violencia 2020 porque hacen de verdad una radiografía social del delito en Venezuela. Primero señalan algo que pone de manifiesto el fracaso de la CONAREPOL, y es que en Venezuela, por una parte, se ha reducido el delito menor y el delito común, incluyendo el asesinato, pero ha crecido en proporción el que cometen los policías. Según reportan en 2020 ocurrieron 4.153 homicidios cometidos por civiles para una tasa de 16 víctimas por cien mil habitantes.

Ese dato contrasta con las 4.231 muertes reportadas por las autoridades bajo la categoría de “resistencia a la autoridad”. Es decir, hay más víctimas fruto de la “resistencia a la autoridad” que las producidas por actos delincuenciales. Así, en 2020 por primera vez fueron más los muertos por acción de la policía: 101 por cada 100 a causa directa de la delincuencia. Por supuesto, con todo lo que de eufemismo tiene la “resistencia a la autoridad”, que en una proporción indefinida tiene que ver con ejecuciones extrajudiciales o uso excesivo de la fuerza de acuerdo al criterio de los criminólogos».

Mejor malandro que policía

El jesuita subraya que el fracaso de la reforma, en última instancia, se aprecia en lo que ha sido y es la relación del pueblo con su policía. En los barrios de Caracas una experiencia clara es que el único contacto que un vecino suele tener con el Estado como órgano rector, como administrador de la justicia, es la incursión de la policía en el barrio.

“¿Cómo es esa experiencia? Dramática, catastrófica, violenta, de miedo mutuo; una negación total de los derechos. Siempre cuento, porque fue una experiencia de vida importante, lo ocurrido en Catuche, donde tuvimos un tiempo de problemas con bandas que dejaron muchas muertes y mucho dolor. Teníamos asambleas para ver qué podíamos hacer, cómo nos podíamos organizar, y todo lo que se planteaba lucía impracticable, porque en definitiva el malandro era quien tenía las armas y se imponía. Así que en una oportunidad se concluyó que habría que hacer una denuncia oficial con nombres y apellidos y traer a la policía. Una señora se levantó y me dijo “padre, yo lo quiero y lo respeto mucho, y sé que tiene la mejor intención, pero lo último que haría en mi vida es traer la policía al barrio porque son peores que los malandros”. Para ella, la saña de la policía resultaba aún peor que el drama que vivía. Eso hoy en día se ha multiplicado.

Para muestra lo que pasó recientemente en La Vega, donde la banda de El Coqui que está en la Cota 905 quiso ampliar su territorio en la zona contigua de La Vega. La manera de enfrentarlo fue una arremetida terrible contra la comunidad por parte de las FAES y la PNB, como bien lo documentaron en Provea y otros organismos.  La situación que intentó enfrentar la CONAREPOL se ha agravado y las fuerzas de seguridad son más represivas, más alejadas del ideal de una policía y civil y menos respetuosas de los derechos humanos».

Una tarea titánica

En síntesis, los resultados de la CONAREPOL, más de una década después de acabada su tarea, no pueden ser más decepcionantes.

“Tenemos una situación policial muchísimo más grave, y ha ocurrido otra cosa y es que, junto a la reducción del delito “al menudeo” con  pequeñas o micro bandas, han crecido y se han fortalecido las grandes bandas. De esa manera, tienes menos dispersión en los actores delincuenciales, pero zonas enteras del país controladas por actores armados de distinto tipo, manejando diversas especialidades del negocio delincuencial: tráfico de drogas, contrabando, extracción minera, lavado de divisas, trata de blancas, etc. Bandas muy organizadas que, además, suponen una cohabitación con las fuerzas de seguridad del Estado.

El panorama del delito se nos ha hecho mucho más complejo. Si hoy tuviésemos que pensar en retomar la reforma, con todos los cambios institucionales que tenemos por delante, ese sería un elemento particularmente clave y difícil. Recuperar el control del territorio y la capacidad de actuación frente a todos esos grupos irregulares en complicidad con el Estado, será una tarea titánica».

¿Vamos en dirección a un problema de seguridad tan sistémico como, por ejemplo, el de México?

“Venezuela estaba distante de situaciones como las de México, Colombia o Brasil, pero ciertamente hoy estamos en ese camino. Hay que recordar que en México el delito es una verdadera amenaza para la estabilidad política, y hemos visto gobiernos efectivamente amenazados y doblegados. Pensar en la recuperación de la institucionalidad en Venezuela, en que el Estado recupere el monopolio del uso de la fuerza, el estado de derecho, la gobernabilidad del país, va a ser una tarea muy importante. De la victoria en esa tarea dependerá cualquier proyecto de futuro”.

Este es un trabajo especial de PROVEA