El protagonista de esta V entrega de Los que llegaron al Zulia y se quedaron, lamenta haber abandonado sus estudios en el liceo Rafael María Baralt, por dedicarse a trabajar y ayudar a la familia. Además, por haberse dejado flechar a muy temprana edad por Cupido, cuando tuvo su primer hijo a los 15 años.
Muy niño sus abuelos lo trajeron de Colombia a los nueve años y hoy a 61 de vida, 52 de ellos viviendo en el estado Zulia, Luis Antonio Mercado Vizcaíno dice que haberse venido a Venezuela le permitió a su familia una mejor calidad de vida, cuando, por ejemplo, el indicador económico del valor del cambio de nuestra moneda equivalía a 18 pesos por cada bolívar hace cinco décadas atrás.
La bonanza petrolera que en Venezuela comenzaba a surgir siempre en ascenso, a partir de la década de 1950, atrajo no sólo a europeos que huían de la post-guerra, sino a cientos de miles de inmigrantes provenientes de Colombia, Ecuador, Perú o Chile por solo nombrar a los nacidos en esos países hermanos. Hoy, a la inversa, esas naciones son receptoras de millones de venezolanos que han huido buscando una mejor calidad de vida.
Lamenta haber dejado los estudios
Luis Antonio Mercado Vizcaíno cuando llegó a la que sería su nueva patria, cursó el sexto grado de primaria en el colegio Monseñor Godoy de la parroquia Chiquinquirá. Después siguió el bachillerato en el prestigioso liceo Rafael María Baralt de Maracaibo, donde sólo cursó el 1er año, centro de estudios que recuerda por la frase que dice “es grande ser baraltiano”.
Hoy el protagonista de ésta V entrega de la crónica Los que llegaron al Zulia y se quedaron lamenta haber abandonado sus estudios en el centenario liceo por razones de tener que dedicarse a trabajar para ayudar con el ingreso familiar.
Además, por haberse dejado flechar a muy temprana edad el corazón por el Dios romano del amor, Cupido, cuando apenas tenía 15 años y conoció a la venezolana Zully Reyes, quien lo hizo padre y al final de esa relación de dos décadas procrearon ocho hijos.
Supo que la gratuidad de la educación en Venezuela, cuando la incipiente democracia apenas comenzaba a crecer, pudo haberle permitido formarse en una carrera universitaria o técnica que otros inmigrantes lograron concretar, por la facilidad que los gobiernos democráticos le garantizaban la enseñanza a los jóvenes de la época.
Vio la luz del mundo en el pueblo de Sabana Larga, departamento del Atlántico, donde su gente en esa tierra del Caribe colombiano, –también los de La Guajira, Bolívar y El Magdalena–, tienen mucho parecido con la idiosincrasia de los maracaiberos, distinguidos por ser alegres, ocurrentes, joviales, parranderos y chistosos.
Una vida de trabajo
Dice que desde pequeño supo desenvolverse en cualquier actividad laboral y recuerda que ganó su primera paga en el taller de lubricantes La Flecha, en la avenida La Limpia, donde le realizó el cambio del aceite a muchos vehículos durante seis años.
Después trabajó como ayudante en la distribución de una ruta de leche con un italiano de quien solo recuerda su nombre, Nazareno. Luego, fue vendedor en la desaparecida ferretería El Faro, al lado de la estación de servicio Miranda, también en La Limpia, propiedad de otro italiano llamado Miguel Pezutto.
Asimismo, fue albañil al lado de su abuelo Félix Mercado De La Hoz (+), maestro de obras, quien le enseño el arte de la albañilería. A él y a su abuela Margarita Mendoza (+) les debe y agradece los valores del hogar que le inculcaron hasta sus últimos días, porque ambos fueron sus padres de crianza.
En cualquier otro trabajo su interés de aprender y no decirle no a la oportunidad del momento lo puso a funcionar siempre, convertido con el paso de los años en un verdadero “tooodero” como forma de ganarse la vida. Asimismo, ser jardinero, pintor, mensajero, ayudante de refrigeración o vigilante han ocupado su tiempo y le han permitido la subsistencia.
No obtuvo un título profesional o de técnico universitario, pero a lo largo de 61 años asegura haberse graduado en la universidad de la vida bajo la premisa de la honestidad, responsabilidad y la disciplina. Ha tenido una vida llena de alegrías y de momentos tristes. Uno de ellos, cuando en un mismo año perdió a su papá y al menor de sus hijos de 18 años producto de un infarto.
Llegó un 18 de Noviembre
Este lunes 18 de Noviembre, día de La Virgen de Chiquinquirá, también patrona de Colombia, es una fecha que nunca olvidará, porque recuerda que cumplirá 52 años que llegó a la Tierra del Sol Amada, donde decidió hacer su vida, tener 14 hijos, 12 nietos y en espera que lleguen los bisnietos.
No olvida que en Venezuela hubo una época cuando la xenofobia –aversión o miedo hacia personas extranjeras o de culturas diferentes– era fuerte sobre todo con los nacidos en Colombia, pero cree que eso “cambió”.
“Yo”, asegura, “sufrí también con eso. La policía andaba detrás de uno pidiendo ¡cédula!, ¡cédula!, ¡cédula!. Cuando veían que uno tenía la Visa vencida, enseguida lo amarraban a uno hasta que no les dieran plata”.
-¿Alguna vez lo llegaron a deportar?
“No, nunca me llegaron a deportar, pero si estuve detenido en Cuatricentenario y en Valle Frío. A mí cuando era Extranjería me daban un papelito que era una prórroga, pero los policías no creían en eso, si no que era sólo para matraquearme. Claro que ya estoy nacionalizado, tengo cédula. Duré mucho tiempo con la Visa. Estaba bien, viajaba mucho, pero cuando no llegaba la Visa y me daban la prórroga era para sacarme plata”.
Sus hijos son migrantes
Por cosas o no del destino hoy de sus trece hijos, nacidos en el estado Zulia, sólo una vive en Maracaibo, Yandra Mercado Reyes y otra en el estado Trujillo, Beatriz Mercado.
Esta, única hija de una tercera relación, tiene 22 años que no la ve ni sabe nada de ella. Ha tratado de ubicarla, pero no la ha conseguido. El resto tomó el camino de irse a buscar una mejor calidad de vida en Colombia, Ecuador, México y Estados Unidos.
Aún cuando su relación de pareja con Zully Reyes duró 20 años y luego permaneció 18 años al lado de otra venezolana, Yolimar Blanchart, madre de otros cinco hijos, Luis Mercado Vizcaíno a sus 61 años sigue batallando sólo para sostenerse con la pensión del IVSS, los trabajos que a diario salen y de la ayuda que sus hijos puedan enviarle.
No es que un ingreso extra esté sobrando, pero prefiere que sus hijos le den prioridad a transferirle dinero o cualquier otra ayuda a sus respectivas madres.
Él, de poquito en poquito se sostiene con lo que gana a diario realizando cualquier pequeño trabajo y con un ingreso que devenga como vigilante de un centro educativo, donde, además, le queda tiempo para aconsejar y hablarle a los jóvenes en quienes es un convencido está el futuro de cualquier país.
José Aranguibel Carrasco es periodista, certificado con el número CNP-5003. Articulista en varios portales web nacionales
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