«Vivimos en un país deshilachado»

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Foto: referencial.

El Cardenal Baltazar Porras presidió este lunes la ceremonia que llevó a la exhumación de los restos mortales del doctor José Gregorio Hernández en la iglesia de La Candelaria, Caracas, este lunes 26 de octubre.

Luego de la lectura del evangelio correspondiente a la ocasión el prelado combinó el significado de este acto con la situación actual de Venezuela.

En primer lugar invitó a todos quienes seguían la transmisión del acto en todo el mundo «a sentirse protagonistas únicos y no meros espectadores…dichosos los que pueden ver estas maravillas de El Señor».

Agradeció profundamente a quienes, a lo largo de un siglo, pusieron todo su empeño para esta camino de santificación del médico de los pobres.

Asintió que «la exhumación más que un rito sanitario y protocolar es un acto de fe en la resurrección».

De Hernández dijo que estará gozoso de la gloria de Dios «acompañado de quienes sirvió con cariño y competencia, privilegiando a los desvalidos».

A través de la beatificación de Hernández, Porras pidió que la misma sea un camino de reconciliación «que nos una bajo el signo del venezolano posible como un cristiano ejemplar que fue el médico de Isnotú».

Llamó a promover, en estos tiempos, las virtudes cívicas porque antes como ahora «vivimos en un país deshilachado, signado por la plaga de la pobreza, por la falta de libertades, por las imposiciones ideológicas y con un creciente desánimo y desesperanza».

Insistió recuperar en el país la sabiduría y la justicia al exaltar dos de las virtudes del beato «porque esa es la alegría del bien, de la fuerza transformadora del dar sin esperar recompensa….pues, la sola sonrisa de quien se siente tomado en cuenta vale más que cualquier prebenda».

El Cardenal también remarcó en su homilía que la capacidad de amar debe trascender a ampliar «mi círculo para aquellos a quienes no siento parte de mi mundo de intereses aunque están cerca de mi».

Y cerró sus palabras con una clara exhortación a los actuales líderes de Venezuela. «José Gregorio no hizo distinción de personas. Trabajó por y para todos. Por eso los primeros que exaltaron sus virtudes fueron los de a pie, los del pueblo…y le siguieron Razetti y Rómulo Gallegos, quienes, más allá de las diferencias, coincidieron en buscar la salud para todos».

Al final también elevó unas plegarias por los que padecen la soledad, los encarcelados injustamente, los migrantes que sufren nuevas calamidades.