Hoy comienzan las clases, aunque los chamitos no carguen su mochila con libros y colores, aunque no veamos a los papás corriendo por la avenida para agarrar el por puesto que los encamine a la frenética rutina de la cotidianidad. Hoy comienzan las clases, y siempre será un motivo para volver a soñar.
La escuela no se estremecerá con la algarabía del recreo, y en las canchas no rodarán los balones descosidos. La señora de la cantina seguirá pensando cómo resolver su economía, y el vendedor de chicha seguramente cargará con el termo amarillo a cualquier otra esquina.
Pero sí, hoy comienzan las clases. Arranca una nueva oportunidad para aprender a leer, a escribir y a socializar, porque en la escuela primaria es donde ratificamos la presunción de no estar solos en el mundo. ¿Estamos listos?
Las maestras y los profesores se sentirán como en un laboratorio de constantes experimentos, porque los alumnos no estarán enfrente, porque la pizarra ya no será con tiza ni marcador. Pero están ahí, esperando la explicación, esperando los pasos del procedimiento para resolver el complejo asunto matemático que les “mortifica la existencia”.
Virtual, a distancia, asincrónico
Este año académico tiene como gran reto hacer posible que de verdad se aprenda en la distancia. Será una experiencia virtual, asincrónica, en muchos casos y a distancia, por ahora. La creatividad y el ingenio son claves para estudiar desde casa, para que no todo sea copia y dictado.
Los padres también arrancan un nuevo trajinar con los más chipilines. Es momento de ejercitar la paciencia y la pedagogía del amor – porque es mentira eso de que la letra entra con sangre-. Habrá que reorganizarse en la familia para que todos participen del proceso pedagógico: los hermanos, las tías y los abuelos. También es una oportunidad para activar el aprendizaje compartido.
El reto de la educación sin la escuela es mayúsculo en un país como el nuestro. Los maestros, tan mal pagados como ignorados, tienen todo el derecho a reclamar salarios que les permitan vivir dignamente, sin la luz que se va a cada rato, el agua que no llega, el wifi que no levanta, la señal que no agarra. La precariedad es innegable, la realidad no se puede ocultar y, repito, están en todo el derecho de reclamar, y los papás también porque, en gran medida, del bienestar de un docente depende la educación de su hijo.
Pero volviendo al principio, la educación es un imperativo impostergable, de lo contrario se reducen al mínimo las posibilidades de tener un país distinto, mejor. Aunque solo tengamos una hora de electricidad al día, en ese ratico hay que repasar, leer un cuento o plantearnos un problema para ejercitar la memoria.
La escuela en la radio
Fe y Alegría se la jugó para crear “La Escuela en la Radio”, es un programa dedicado a la educación primaria. Un equipo de docentes y comunicadores diseñaron una estrategia para la mayoría de sus estudiantes que no tienen internet ni computadoras. Todos los días, durante una hora, se comparten canciones, cuentos, reflexiones y ejercicios para complementar los procesos pedagógicos.
Si usted vive en algún lugar donde hay una radio de Fe y Alegría, aproveche esta herramienta todos los días desde las nueve de la mañana.
En esta nueva época también vale la pena: “el casa por casa” – manteniendo la distancia física y el uso correcto del tapabocas-; las carteleras comunitarias y el profesor designado que se suba a la bicicleta, lleve un mensaje alentador a los estudiantes y se regrese con las tareas para corregir. Vale la pena. La educación, siempre valdrá la pena.
Hoy comienzan las clases y, en el mejor de los casos, los muchachos se verán con sus amigos a través de la pantalla. Los profesores harán sus reuniones por WhatsApp y los salones seguirán extrañando el alboroto de la hora de salida. Las guías y las fichas de aprendizaje comenzarán a llegar a los correos, la nueva normalidad también es un reto para la educación.
Maestra, maestro, sé cómo la estás pasando, sé que no tienes cabeza para el plan de evaluación, que tu debate es por la comida, las medicinas y el pasaje. Pero los dos sabemos que sin maestros no hay escuela que valga. Sin ti, tu vocación y tu amor por la enseñanza, no hay manera de cambiar esa realidad que hoy te agobia.
Que a partir de hoy comience una aventura, aunque Marquitos no se vea con Paula, aunque Carmenza extrañe las travesuras de Daniel y el himno nacional no resuene en los patios. Hoy comienzan las clases y siempre es una bonita razón para volver a soñar.