Alicia Álamo es periodista y arquitecto. Da clases, dibujó los planos, de las que hoy son superestructuras, vivió en el exilio y regresó. Su casa parece una obra de arte. Usa un pito para llamar a su cuidadora y escribió para los principales diarios del país por muchísimos años, “pero ya no, porque no hay papel”, dice con absoluta lucidez.
Hoy sigue contando historias para medios internacionales, como el ABC de Madrid que se interesó por su experiencia y profundidad literaria. Es caraqueña, tiene 94 años –casi 95- y conoció al padre Vélaz.
En su casa de La Carlota, al este de Caracas, pasa los días admirando la belleza del Ávila, lo considera un tótem que le ilumina los amaneceres, “en esta ciudad no se necesita brújula, todos sabemos que el Ávila es el norte”, bromea.
También se pasa las horas retratándose en las crónicas que le dan la vuelta al mundo. Por la pandemia del coronavirus suspendió sus clases en la universidad Monte Ávila, pero sigue impartiendo lecciones en cada línea que deja plasmada en sus artículos.
Desde ahí, desde su morada, también escarba en su memoria y reflexiona sobre el país que quisiera tener en el ocaso de su vida y, dentro de esos abundantes recuerdos apareció el Padre José María Vélaz, el cura Jesuita que fundó Fe y Alegría en 1955.
“Lo que se funda bien, da frutos”
La señora Alicia recuerda, que un día estaba en su oficina en el centro de Caracas y llegó el padre Vélaz a gestionar la entrega de un proyecto, con el que se construiría una nueva escuela de Fe y Alegría, fue a mediados de los años sesenta. “Fue una reunión muy agradable, aunque al terminar dijo que, menos mal no había arquitectos en la sala, porque definen más dogmas que los papas en 10 siglos”, y soltó una carcajada. Por esos años ella trabajaba en la Fundación de la Vivienda Popular y apoyaron a Fe y Alegría porque “estaba haciendo una labor bellísima en las clases populares”.
Y es que hablar de la obra, a veces es sinónimo del autor, José María Vélaz, un cura jesuita que nació en Rancagua, Chile, jamás se imaginó que su incursión en las barriadas caraqueñas alborotaría la vocación de servicio en tantos hombres y mujeres humildes, que terminaron entregándolo todo para ofrecer educación de calidad a los más pobres de un país que siempre los marginó.
El padre Vélaz hoy estaría cumpliendo 110 años. Fe y Alegría tiene 65 y la ilusión sigue intacta en quiénes siguieron sus pasos y en la memoria de quienes se cruzaron con él, al menos una vez, en una oficina para discutir los planos de una escuela. El Jesuita fundador del Movimiento de Educación Popular y Promoción Social quizás tampoco se imaginó, que tantos años después, la propuesta de educación popular seguiría tan vigente, porque el país dio vueltas en círculos viciosos y hoy está peor que en aquellos fatídicos años de la dictadura de Pérez Jiménez cuando se atrevió a contradecir al poder fundando escuelas para la vida, para el futuro. Más de medio siglo después hay más pobres y menos oportunidades educativas al alcance de los descartados del sistema. Tampoco se imaginó, quizás, que en Rancagua hoy vivan algunos miles de venezolanos expulsados por una crisis humanitaria sin precedentes.
Los frutos se multiplicaron
Las historias de la señora Alicia y la del padre Vélaz muestran la otra cara de una sociedad que no se rindió nunca. “Papá fue ministro de Gómez y después de ser la nata sobre la leche, fue el enemigo número uno”, relata con nostalgia que vivió en el exilio entre 1936 y 1941. “Costa Rica es mi segunda casa”. Aunque por razones distintas, Vélaz también vivió y sirvió fuera de su país. Ambos lo dieron todo por la educación y el bienestar de la ciudadanía.
Y se emociona la señora Alicia cuando se entera que Fe y Alegría hoy está regada por el mundo, que es una obra venezolana que echó frutos por todos lados, que se multiplicó, que aquellos planos que discutió con un cura en una oficina de la capital se transformaron en miles de escuelas que albergan a millones de niños y jóvenes en países de América, África y Europa. “lo que se funda bien, da frutos”. Dice con orgullo patrio.
José María Vélaz nació el 4 de diciembre de 1910 en Chile y murió el 18 de julio de 1985 en San Ignacio del Masparro, Barinas, Venezuela. Pero su obra trascendió y hoy sirve de cobijo a millones de personas en los sectores más apartados y empobrecidos del mundo. Gente sencilla y comprometida que sirve a la misión de Jesús a través de la educación que transforma vidas.