La otra batalla

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24 de junio
Foto: El Heraldo

En fechas como esta, la del 24 de junio, siempre es útil volver a mirar a la luz de la historia lo que nos contaron, lo que escribieron y, hasta imaginar, lo que nos ocultaron.

Hoy llegamos a 200 años desde que, -según la historiografía- sellamos la victoria en Carabobo. Según lo que nos contaron, en 1821, los patriotas venezolanos vencieron a los patriotas españoles. Patriotas, cada uno, en teoría defendían a su patria. Que, por aquellos días, era la misma. Al menos así lo aspiraban desde España.

En la escuela nos enseñaron que hoy murió el Negro Primero, que una lanza lo atravesó y cayó herido de todo. También nos contaron que Bolívar lideró la gesta, que fue la batalla de las batallas. Que los patriotas españoles, en los que había venezolanos, pero defendían al imperio, corrieron, se rindieron, se asustaron. En fin, que éramos un gran ejército de libertadores.

¿Qué pasó después?, ¿quién sabe más?, ¿qué significó para el país la batalla de Carabobo?, para encontrar respuestas, habría que recurrir a la historiografía venezolana. La que escribieron los patriotas de aquí y que apoyaban a Bolívar. Los que ganaron. Aunque también podríamos recurrir a los libros de allá, a los que escribieron los patriotas que defendían a su patria, me refiero a los españoles.

Las batallas del hoy

Pero en la historia reciente, la que todavía no abunda en los libros, los patriotas de aquí hemos perdido un montón de batallas igual de sangrientas que la de Carabobo. Perdimos la batalla de Güira, en 2020. En esa, unos patriotas de aquí murieron en el mar tratando de escapar del enemigo hambre. Y también perdimos la batalla del hospital JM de Los Ríos -aunque esa la seguimos peleando-, pero lleva muchas bajas inocentes. Y es que esa es una lucha terrible, porque los que combaten son los niños que no pueden conseguir un trasplante de órgano para ganar.

Y es que en estos años hemos perdido mucho. Perdimos la batalla del bono demográfico. En esa nos ganó la migración. Un buen puñado de jóvenes ahora le suma al PIB de Colombia, Perú Y Chile. Talentos que hoy no facturan aquí. Patriotas de aquí, pero que suman allá, en cualquier otro lugar.

Aunque sería mezquino decir que solo perdimos. En 200 años hemos ganado algunas cosas también. Por ejemplo, al menos en 40 años seguidos hubo presidentes civiles. Eso fue una victoria, aunque imperfectos, eran otras reglas de juego. También ganamos una industria petrolera poderosa. Aunque perdimos la batalla por aquella aspiración de Uslar, no supimos sembrar aquella vaina viscosa. Y se derramó y se esfumó y se gastó. Y perdimos la industria.

La historiografía nacional también dice que patriotas de aquí conquistaron el allá: la última fue Yulimar Rojas, la chama que brinca y salta y nos deja a todos boquiabiertos. Pero también Gustavo, el que dirige con una varita y con magia a los mejores patriotas músicos que defienden a sus países, pero sin armas, solo con notas. Y también fue Cruz Diez, el de las “rayas” en Maiquetía. Deslumbró a todos en la bolita del mundo con su arte sintético. También hay que renombrar a Jacinto: el famoso médico que desarrolló la vacuna contra la lepra. Y a cuántos más no podría nombrar. Y eso que no metí ni santos, ni militares.

¿Quién ganó, quién lo contó?

La historia de este -nuestro país- es, según quién la cuente, una cosa u otra. Una de patriotas o de traidores. La de Bolívar padre y Miranda compadre o la de Páez traidor y Piar otro traidor. También es la de Bolívar dictador y Páez liberador. O la de Miranda ególatra y Piar guerrero. En fin, sigo pensando en las otras batallas.

En 1921, cuando celebraban el centenario los patriotas de la época, el país lo gobernaba Victorino Márquez Bustillos, o al menos así lo dice la enciclopedia. Se encargó del gobierno en 1913 y lo entregó en 1922 a Juan Vicente Gómez, que comenzó una dictadura terrible. O al menos así me lo contaron en la escuela y así lo dicen la mayoría de los libros y los historiadores. Hace un siglo, vivíamos en dictadura, o al menos se avecinaba una nueva dictadura.

Es decir, hace un siglo, los aires de libertad que inspiraron el 24 de junio de 1821 ya se habían esfumado. Los patriotas de aquella época estarían no menos que avergonzados de los patriotas de esa otra época. ¿Y de los de ahora? ¿Se sentirían orgullosos?

Y es que las batallas libradas no han sido pocas. Dice también en los libros que en 1992 hubo un alzamiento de armas, un intento de golpe de estado, y que ganó la democracia. También en el año 2002, hace poquito. Y también ganó la cordura.

En nuestra historia de país, la aspiración de construir un Estado es, quizás, la batalla que no hemos querido dar. Que si la primera, la segunda, la tercera, la cuarta y hasta que llegamos a la quinta república, pero todas han sido sinónimo de partidos, de movimientos, de patriotas y apátridas. El Estado como instancia suprema siempre ha quedado achicada por la fuerza del Poder Ejecutivo, o el de las armas, que siempre han estado del lado de ejército y este del lado de los que gobiernan. Siempre o casi siempre.

El querer, que no siempre es poder

Con la añoranza de vivir en un Estado respetuoso de la gente y sus derechos, que responda a la justicia, en el que cada uno a lo suyo y todos a sacar al país del fango, con esta ilusión que nos hace levantarnos cada mañana a trabajar, hoy sigo pensando en esas otras batallas que los venezolanos pelean a diario. Hoy pensé en la que están librando los que sufren la homofobia y la transfobia. También en el combate diario que sortean las mujeres de las minas del sur de Bolívar. En las últimas que fueron asesinadas por nada, por ser mujeres, por decir que no, que ya, que no las toquen.

En este 24 de junio ¿dónde está el país? Yo creo que en cada uno de los venezolanos patriotas de aquí y de allá, en la cotidianidad de los que padecen la escasez de agua en cualquier pueblo, pero también en los que recorren las avenidas de Santiago, o de Lima, o de Buenos Aires llevando una pizza en la espalda, a toda prisa, para que no se enfríe. Todos esos son los patriotas de hoy, los que pelean un Carabobo todos los santos días para ser libres, igual que aquellos de 1821.

Que los próximos cien años sean de libertad, justicia y fraternidad. Que las batallas sean menos crueles, que no siempre llevemos las de perder, por ser venezolanos, por cargar una cruz que no estamos obligados a llevar.