Decenas de periodistas pudieron por fin acceder al centro de detención fronterizo ubicado en la localidad de Donna, Texas, y su hallazgo fue revelador. Más de 4 mil personas, entre ellas muchos niños, se encuentran recluidos en condiciones de total hacinamiento, ya que el espacio solo está habilitado para 250.
Luego de obtener una autorización presidencial para visitar el centro, los reporteros y fotógrafos internacionales reseñaron como los infantes se agrupaban en un gran corral de juguetes y colchonetas en el suelo para dormir.
Esta es una de las situaciones que reflejan que la crisis migratoria en la frontera de México con Estados Unidos se acentúa cada día más. El mandatario Joe Biden intenta encontrar alguna solución pero la presión interna para que actúe rápidamente no le ha permitido otorgarle al proceso signos de transparencia.
Por lo pronto, la política de Biden ha sido la de no expulsar a los niños indocumentados y no acompañados. De hecho, en este centro de detención los menores de edad que no cuentan con la compañía de adultos son albergados en tiendas de campaña antes de ser llevados a instalaciones administradas por el Departamento de Salud y Servicios Humanos y luego colocados con un miembro de la familia, pariente o patrocinador.
En Texas los niños estaban siendo alojados por cientos en ocho «vainas» formadas por divisores de plástico, cada uno de unos 3200 pies cuadrados (297 metros cuadrados) de tamaño. Muchos de los grupos tenían más de 500 niños.
Las autoridades del centro informaron que a diario suelen llegar entre 250 y 300 infantes «pero son mucho menos los que se van».
La administración de Biden ha seguido expulsando a los adultos que intentan cruzar la frontera en virtud de una declaración de salud pública relacionada con el coronavirus promulgada por el ex presidente Donald Trump.
Biden también ha tratado de expulsar a la mayoría de las familias que viajan juntas, pero los cambios en la ley mexicana han obligado a los agentes a liberar a muchos padres e hijos en los EE. UU.
Pero la mayoría de los migrantes siguen huyendo de la violencia, la pobreza o los efectos de los desastres naturales en Centroamérica. En algunos casos, los padres a los que se les negó la entrada a los EE. UU. han enviado a sus hijos solos al otro lado de la frontera, con la esperanza de que eventualmente los coloquen con familiares.
Este martes salió desde Tegucigalpa, capital de Honduras, una nueva caravana con 400 personas y pese a las advertencias de los gobiernos de Guatemala, México y del propio Estados Unidos sus integrantes han dicho que el objetivo final es llegar al país del norte.