Cruzar la frontera para sobrevivir

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La frontera venezolana del Estado Zulia es escenario de varios fenómenos asociados a la migración que tiene gran relevancia social, económica y cultural tanto para la población que reside en esta zona como para la que migra a través de ella.

Durante los tres últimos años, la frontera venezolana ha adquirido mayor atención a raíz de diversos acontecimientos que empezaron a ocurrir desde que el Gobierno de Nicolás Maduro decretara el estado de excepción, con el cierre de la frontera, un decreto que generó incertidumbre a los nativos de la región.

Uno de los principales motivos que originaron mayor atención fue la aparición de los flujos migratorios masivos de venezolanos resultado de la crisis económica del país, que obligó a muchos a buscar refugio en territorio colombiano e instalarse a lo largo de la línea fronteriza del corregimiento de Paraguachón.

Esto ha llamado la atención no solo del pueblo y el gobierno colombiano, sino también de una parte del mundo.

Más de 2.000 venezolanos viajan a Colombia a diario por el corregimiento de Paraguachón, algunos se quedan unas horas y otros pasan varios días, antes de volver con provisiones para sus familias.

Los que cruzan

Un trabajo de investigación realizado por el equipo de Radio Fe y Alegría Noticias, reveló que el 60% de la población migrante pendular son mujeres, y un 40% hombres. El rango de edades es de 30% de personas entre 21 y 40 años  y el 70% son menores de 21 años de edad.

En el año 2020, las familias de los hogares zulianos rompieron el récord de movimiento pendular en la línea fronteriza, siguiendo otros estados del país como Lara, Falcón y Carabobo.

José Coronel, de 45 años de edad y residente de Valencia, estado Carabobo, contó su experiencia a Radio Fe y Alegría Noticias.

«Pues yo sólo llevo alimento para nuestro consumo. No vengo con frecuencia, sólo vine a buscar a mi esposa que es colombiana y así aprovecho de traer cosas que faltan en la casa. A pesar del gasto vale la pena llevar alimentos básicos a Venezuela, sólo gasto pasajes y a los carretilleros que me llevan las maletas les pagos 10 mil pesos”, dijo Coronel.

Las mujeres del pueblo wayuu que viven en la República Bolivariana de Venezuela también se han visto obligadas a migrar. En la mayoría de los casos se desempeñan como empleadas domésticas en los grandes centros urbano del país y vuelven periódicamente a casa con los bienes que los suyos necesitan.

«Yo trabajo desde hace años en Maicao, República de Colombia, como doméstica, cada cierto tiempo bajo para acá, a la costa oriental, a traer algo para la casa, prácticamente ayudo a mi hija y familia”, señalo Doris Mendoza, de 53 años.

Ana Rodríguez, de 63 años de edad y oriunda de la ciudad de Maracaibo, señaló que mensualmente viaja a Maicao para buscar alimentos y productos de higiene personal, ya que los productos de la cesta básica son más económicos que en los supermercados venezolanos.

Lo mismo dijo Cristina Sánchez, una de los miles venezolanos que optó por cruzar la frontera en busca de alimento.

 «Yo vengo cada 15 días a buscar comida para mi familia, pero esto no ha sido fácil ya que trasladarme hacia Colombia me cuesta”, manifestó la joven venezolana de 24 años.

Cruzar por necesidad

De acuerdo con la información recolectada por migración Colombia a través de la implementación de la tarjeta de movilidad fronteriza (PEP), desde el 1 de mayo de 2017 hasta la fecha 455 mil 094 personas venezolanas tienen vocación transitoria en Colombia, es decir, que no van a quedarse, sino que van a comprar víveres y regresan.

Al respecto, Christian Krüger Sarmiento, director de migración Colombia, indicó que estas personas cruzan la frontera inclusos varias veces al día sin tener intención de permanecer, pero sí con un motivo o necesidad para venir a Colombia de manera periódica.

Por otro lado, según estudios llevados a cabos por el área Social de la Conferencia de Provinciales en América Latina y El Caribe (CPAL). La mayoría de los venezolanos que llega a trabajar a Colombia lo hacen en el sector del comercio que ocupa más del 20% para varones y hembras. Sin embargo, hay quienes deciden emplearse en sectores como el transporte, la banca o el trabajo en oficina.

Este último ramo es el más extendido entre mujeres y hombres después del comercio con 9,6% para ellos y 13% para ellas. En el tercer lugar, predomina el sector de la construcción para los hombres (8,2%) y el de maestra para las mujeres (11,9%).

Aun así, también se desenvuelve un entramado de actividades económicas ilegales en las que, según testimonios, muchas veces están involucrados los cuerpos de seguridad, como redes de contrabando administradas por mafias y reforzadas por la presencia de grupos armados al margen de la ley que se suman a la fragilidad de los sistemas institucionales de ambos países.

«Yo llevo gasolina en una garrafa de 20 litros,  la vendo en Maicao y así traigo víveres para vender.  Debo hacerlo por las trochas y eso cuesta mucho, porque debo pagarle a los mecateros, a los guerrilleros a la zona y otros grupos irregulares que se instalan en el camino donde pasamos nosotros». Dijo a Radio Fe y Alegría Noticias Juan, un maestro wayuu al que le toco resolver su vida a través de la ilegalidad.

Igualmente, Mirtha Ferrer, habitante del estado Falcón, señaló que puede gastar hasta un millón de bolívares en «multas» por llevar maletas y niños:

«Nos cuesta cruzar la frontera. Nos cobran por las maletas que llevamos. También pagamos si  no tenemos los papeles de los niños en regla. A mí me quitan un millón de bolívares en moneda extranjera, que son de 10 a 15 dólares solo por pasar a los niños. A veces tengo que rogarle a la Guardia Nacional Bolivariana para que no me quite tanto dinero porque no es fácil conseguirlo o porque simplemente no alcanza el presupuesto», señaló.


Basado en información de Norma González, Saylin Fernández y CPal Social