Levantarse tras el horror, con miedo a que regrese

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Foto: Braulio Polanco.

Camiones hundidos en la tierra. Casas arrasadas por el agua. Niños descalzos que juegan en medio del barro, sin nada en el estómago. Ancianas que reconocen necesitar ayuda psicológica y caciques que temen que la desgracia regrese con más fuerza a sus tierras.

En la cuenca de Toromo de la Sierra de Perijá, a más de dos kilómetros de su río que se desbordó el pasado 4 de octubre tras intensas lluvias afectando a más de 1800 personas, hay familias que intentan levantarse tras el horror.

La comunidad Centro Piloto Yukpa Woja Yuatpi se negaba a irse del lugar donde vivían, pero una lluvia que arrancó este miércoles en la noche los hizo correr desesperados. Pensaron que el río volvería a crecer. Son 120 familias con hombres, mujeres, niños, niñas ancianos y ancianas, quienes no pararon hasta que se sintieron medianamente a salvo. Ahora construyen casas improvisadas para “al menos tener un techo”.

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Indígenas yukpas construyen casas improvisadas tras la crecida del río Toromo que los dejó damnificados. Foto: Braulio Polanco.

Ana Karina Romero, miembro de esta comunidad, dijo que a dos días del 12 de octubre, Día de la Resistencia Indígena, ellos mantienen una “resistencia dentro de la resistencia”.

“¿Qué vamos a celebrar nosotros el 12 de octubre? ¿Que se murieron niños, que se murió un anciano, que aún tenemos niños muriéndose aquí?”, se preguntó con la voz quebrantada.

Estas familias, que se dedican a cosechar de maíz, café, limones o toronjas, afirman que no pueden calcular cuánta cosecha perdieron, pero están seguro de que lo perdieron todo. La alcaldía de Machiques les proporcionó comida, pero sin nada de proteínas. Además, les entregó agua en camiones cisternas, pero estaba sucia y aunque saben que es un riesgo consumirla, confiesan que no tienen otra opción.

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La alcaldía de Machiques repartió agua en cisternas a algunas comunidades, pero según ellos estaba sucia. Foto: Braulio Polanco.

“Esperamos que el gobierno nos ayude urgente, porque lo perdimos todo. No nos quedó nada”, expresó un anciano yukpa, mientras se disponía a prender una fogata para cocinar unas cuatro yukas que lograron salvar. Lucía desorientado y con la mirada perdida, como si aún no comprendiera lo que ocurrió.