Un grupo de personas preguntaba por sus familiares a través de redes sociales y a la policía colombiana. Hace un año en San Andrés, utilizaron al turismo como excusa y fachada para vender la ruta VIP hacia los Estados Unidos.
En septiembre de 2022 llegamos al aeropuerto internacional El Dorado de Bogotá para abordar el vuelo Avianca que, después de casi tres horas aterrizaría en San Andrés, una isla que pertenece a Colombia, pero que está al lado de Nicaragua.
Para ir a San Andrés hay que llenar un registro turístico y pagar una tasa de unos cuántos pesos. En la sala de espera todo es diferente a un vuelo local ordinario. Viajar a esta isla es más complejo y hay que reunir un poco de dinero porque no existen los mínimos turísticos.
Con anterioridad, nos advirtieron que a los venezolanos los trataban diferente en el aeropuerto,“porque son potenciales migrantes”, nos dijo la persona que nos alquiló la habitación en una posada para pasar un par de noches.
Efectivamente, en el aeropuerto Gustavo Rojas Pinilla se hacen filas como en una aduana internacional y hay funcionarios que te preguntan cosas personales, como dónde trabajas, dónde te hospedarás y, sobre todo, cuándo te vas.
El otro tapón
San Andrés tiene una plaza y su prócer no es militar, es un periodista de nombre Francis A. Newball. Es un alboroto de ofertas y el sol pica, como pica en Morrocoy o en Chichiriviche. El segundo día le dimos la vuelta a toda la isla en un carrito como los que se usan en el golf.
Esta pequeña isla es lo más parecido a un paraíso para los amantes del sol y la arena, también para los lectores de novelas de piratas, de hecho, hay piratas y restos de barcos piratas, y calabozos para piratas que intentaban robar en el Caribe en los tiempos de la colonia. Es como meterse en cualquier película de Piratas del Caribe.
Hoy los piratas no roban caña, ni oro, ni perlas, ni cacao. Los piratas hoy se visten de agencia de viajes y roban personas, matan sueños, juegan con la pobreza y la desesperación de los migrantes. Por supuesto, claro que hay operadores turísticos honestos y promotores de la recreación y la diversión para turistas.
San Andrés está cerca de Nicaragua, tan cerca que es una tentación para los que deciden migrar y no pasar por Panamá ni por Costa Rica. Tratando de evitar el temido Tapón del Darién muchos caen en la trampa del atajo y en muchas ocasiones no llegan a la otra orilla.
Colombia y los desaparecidos
La Procuraduría General de Colombia reveló este año, que los piratas cobran entre 1.500 y 5.000 dólares por persona. Y la gente los reúne, los consigue, se arriesga y ahí se lanzan, al mar abierto, sin radares ni rastreo, a escondidas de la guardia y con un rosario en la mano.
Los llamados “paquetes turísticos VIP”, se venden desde cualquier lugar de Venezuela, las redes sociales y el de boca en boca sirve como canal para llegar a las familias que ya decidieron irse del país.
Las personas que se lanzan al mar lo hace en condiciones precarias, por delante tienen un recorrido 232 kilómetros hasta el puerto de Bluefields en Nicaragua, los que llegan sigue la ruta migratoria centroamericana. Pero no todos lo consiguen.
Este año, las autoridades colombianas anunciaron la captura de 24 personas que presuntamente pertenecen a una banda llamada “La Agencia”.
Desaparecidos
El pasado 31 de octubre, en el sector El Limón, en Costa Rica, un pescador encontró ocho pasaportes y dos cédulas de identidad.
Los documentos encontrados corresponden a los migrantes desaparecidos de la Isla de San Andrés. Entre los documentos se encuentran dos pasaportes de menores de edad, cuatro mujeres y dos hombres.
Las familias buscan respuestas, el último reporte de personas desaparecidas es de 38 personas, salieron el 21 de octubre y solo se encontraron los documentos de algunos.
La Procuraduría colombiana investiga la desaparición de más de 100 personas que salieron desde San Andrés y no llegaron a ningún puerto.
Lo dejan todo
Las familias que llegan a San Andrés lo hacen con una reserva en un hotel o en una posada y, en efecto hacen el ingreso y pasan allí los días y las noche, salen lo necesario por comida y agua. Pero no van a la playa ni gastan en restaurantes. Cuando les avisan la hora y el lugar para partir lo dejan todo.
Nuestra anfitriona nos contó que dejan las maletas en los cuartos, a veces las dejan cerca de la recepción y en el mejor de los casos les piden que regalen la ropa a la caridad.
En las lanchas no les permiten subir maletas ni nada, es lo más lógico, no espacio para nada más que personas.
La lista recoge los nombres de cada uno de los últimos 38 desaparecidos, puede ser un primo, un tío o un hermano. En realidad puede ser cualquier lector de este relato, o sus hijos, o un vecino. Son personas y no cifras, pudo ser cualquiera de los que se subió al avión de Avianca con nosotros hace un año rumbo a San Andrés.
La isla bajo el mar
Hablando de novelas y piratas, San Andrés también se parece a La Isla Bajo el Mar, de Isabel Allende. Ahí se vive la historia isleña de nuestros mares. Los pobladores se comunican en inglés, en creole y de último, en castellano. La resistencia esclava no es una fábula.
Con quienes hablé y les pregunté si se sentían colombianos o nicaragüenses me dejaron claro que son de ahí. Que tienen una historia particular y sus luchas no son ni de unos ni de otros, aunque la bandera colombiana es la que ondea en los puertos.
En las cuevas y calabozos todavía huele a esclavitud, a látigo y a sudor. Se respira África. El fruto del pan define el sabor y el saber de su gastronomía. En las playas también se come pescado, tostones y el “Bread Fruit”, infaltable, siempre. San Andrés es otra zona en reclamación que pocos sabíamos de su existencia antes del fatídico zarpe de piratas con migrantes.
Solo hace falta ver el mapa para pensarlo dos veces, sobre todo cuando en la familia falta la comida y las medicinas, pero el atajo marítimo para esquivar el Darién no es cosa fácil.
La nueva resistencia cultural
En la novela de Allende los esclavos se iba a las montañas para esconderse y salvarse, aquí los isleños se quedaron a vivir en las montañas, desde donde pueden ver a los el arrecife de coral, que los protege de huracanes y posibles ataques por mar. Todavía se ven barcos encallados sobre los que recaen historias fabulosas.
Quizás, con el tiempo, el dolor de las familias de los migrantes se transforme en otra forma de resistencia cultural, ahora con sangre y alma de venezolanos desaparecidos.
Por ahora, en el mar se esconde el secreto migrante de más de cien personas reconocidas por el Estado Colombiano como desaparecidos, pero, que como ocurre pasar, lo más probable es que sean más, o menos.
Como a la mayoría de venezolanos por el mundo, nos vamos de San Andrés dejando un tajo de sospecha, porque sí, al final somos potenciales migrantes y esa etiqueta no se nos quita con una reserva de hotel y un boleto de regreso.
San Andrés – Nicaragua, la otra ruta migrante que sacude la esperanza de las familias venezolanas, así como los balseros de las Antillas o los caminantes del norte y del sur.
Las búsquedas continúan
En este 2024, los padres seguirán buscando y preguntando por sus hijos desaparecidos, la policía se dará por enterada y otros cientos se lanzarán a la aventura migrante. El problema de fondo sigue ahí y todos saben cuál es.
Hace un año en San Andrés vimos lo bueno y lo malo del turismo a casi 720 de kilómetros de la costa colombiana, conocimos la otra zona en reclamación que se disputan colombianos y nicaragüenses desde hace muchos años y que ahora pisan con frecuencia los venezolanos migrantes.
Hace un año en San Andrés, también preguntamos por los desaparecidos de la ruta VIP. Y descubrimos las maravillas de estos pueblos que resisten, a pesar de siglos y siglos a la deriva, en medio de la nada.
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