Los maestros financian con su pobreza la educación de los venezolanos

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Foto: AP.

Los educadores siguen en la calle en pie de lucha por la reivindicación, entre otras cosas, de un salario justo que les permita prestar un servicio de calidad y recuperar las condiciones de vida que posibiliten desarrollar dignamente la profesión docente.
 
Según publicó recientemente el portal El Diario, «el tabulador básico de 40 horas de los docentes IV, V y VI del Ministerio del Poder Popular para la Educación (MPPE) estableció en marzo de 2022 una remuneración de entre 337,94, 404,92 y 450,70 bolívares. Esos montos representaban para ese momento 89, 95 y 106 dólares, de acuerdo con la tasa del Banco Central de Venezuela (BCV). En enero de 2023, el ingreso mensual de los trabajadores de la educación se depreció a 20, 21 y 24 dólares, respectivamente».

Ese sueldo continúa en descenso dada la caída del poder adquisitivo del bolívar, la subida diaria del dólar respecto a la moneda local y la pérdida de la capacidad de compra del mismo dólar, lo que la gente llama “inflación en dólares” en la habla cotidiana y que no es otra cosa, para explicarlo en el argot beisbolero, que la divisa -al circular en nuestra economía- deja de jugar en grandes ligas y entra a una caimanera donde pierde porque no hay reglas claras; es por eso que los economistas se resisten a utilizar la categoría de “inflación en dólares”, porque el dólar vuelve a recuperar su valor fuera del país.
 
Para graficar mejor la situación salarial de nuestros docentes, el reportaje de El Diario ofrece un cuadro comparativo con respecto a otros países de América Latina, quedando el educador venezolano por debajo de la línea de la pobreza extrema, con un ingreso salarial menor a 1 dólar diario. En el trabajo periodístico se puede ver, por ejemplo, cómo en Ecuador el sueldo de un maestro va de 817 a 2.034 dólares; en Uruguay, de  $875 a $1.434; en Panamá, de $709 a $1.600; en Perú, de $633 a $972; en Chile, de $550 a $762; en Colombia, de $414 a $844, y en Argentina, de $377 a $1.001, mientras en Venezuela los maestros ganan entre 17,1 y 23,4 dólares.

Recordemos que en los años 80, pese a que los salarios de los educadores de primaria y secundaria no estaban a la altura de la profesión docente y los trabajadores de la enseñanza se mantenían en constante lucha por mantener su calidad de vida, el salario que devengaban nunca estuvo por debajo del costo de la canasta familiar; además, los maestros recibían por parte del Estado un servicio de salud de calidad y, por su parte, las organizaciones gremiales brindaban otros beneficios como recreación, cooperativas funerarias, cajas de ahorro, entre otros, que liberaban a los trabajadores de angustias y les permitían un mejor desempeño de su profesión.
 
A partir de 1985, la calidad de vida de los docentes inició un deterioro progresivo debido a la desinversión por parte del Estado, pero -insisto- nunca había llegado a condiciones infrahumanas como las que se viven actualmente. Pese a este deterioro, hasta 2012, el sueño de un educador era tener un cargo público, por las ventajas comparativas que implicaba trabajar bajo el amparo del Estado. Aunque no recibía un salario digno en la educación publica, el docente estaba mejor pagado que en la privada, a excepción, por supuesto, de los colegios de élite y los católicos no subvencionados. Más de una década después, en el país hay una migración masiva de docentes de la educación publica y de los colegios de Fe y Alegría y los subvencionados de la AVEC hacia los colegios privados; como consecuencia, la educación de los sectores populares está quedando desmantelada.
 
Ahora bien, si hoy el Estado se encogió y no está asumiendo los costos de la educación universal, si los padres y representantes -por la pérdida del poder adquisitivo y la no valoración cabal de la educación- no pagan o se resisten a asumir los costos de la educación, ¿quién está pagando realmente la educación en Venezuela? Sabemos que nada es gratis y que todo tiene un costo; por eso hay que construir otra narrativa y decir que quienes pagan la educación de los niños y adolescentes son los mismos maestros. A este punto llega el drama porque cada docente que recibe 20 o 21 dólares por su trabajo entrega al Estado y a la sociedad, mensualmente, entre 689 y 1.179 dólares, si lo comparamos con Panamá, donde el educador gana de $709 a $1.200.
 
Estamos ante un Estado que no prioriza ni invierte en educación y ante una sociedad que, con un imaginario rentista, no reconoce el costo que supone la formación de sus hijos e hijas o, en muchos casos, no tiene lo suficiente para destinar dinero a ello por el empobrecimiento generalizado. Ante esta situación, terminan los docentes financiando -con su trabajo, dedicación y su propia pobreza- la educación de los venezolanos. ¡Vaya drama!
 
Vale recordar al maestro Simón Rodríguez, pues la educación es la principal ruta para superar la pobreza: “El hombre no es ignorante porque es pobre, sino lo contrario”.

Alfredo Infante sj es el Provincial de la Compañía de Jesús. @SICalfredo

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