Pérez Esclarín: «la política nos está separando de la ética»

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Antonio Pérez Esclarín
Foto: FIFyA

Antonio Pérez Esclarín, educador popular con 47 años de experiencia en Fe y Alegría, participó con sus reflexiones en torno a los desafíos y las nuevas fronteras de la educación popular en el siglo XXI.

Para Pérez Esclarín, actualmente estamos viviendo en esta sociedad en la post verdad o “después de la verdad, donde la verdad ya no se adecúa entre palabras y hechos” al señalar que las “verdades actuales” se ajustan a lo que sea más conveniente.

Con esta mordaz aseveración inició su intervención en la segunda jornada del XLVIII Congreso Internacional de Fe y Alegría. Apuntó que tras esta deformación de la “verdad verdadera”, la política “nos está separando de la ética y por eso crecen los populistas de derecha y de izquierda en su afán de impedir el pensamiento crítico y sobre todo de utilizar los sentimientos y emociones para ganar adeptos”.

Pero Pechín, como también le conocemos en Fe y Alegría, pone su énfasis en la intencionalidad política de la educación popular.

Habló, en primera instancia, de ser conscientes de que en estos tiempos de pandemia se han agudizado situaciones de “pobreza, de exclusión y mucho más graves, los problemas de empleo”.

Un contexto que le sirve para hacer sus planteamientos y que comparte con los congresistas para reafirmar que uno de los principales objetivos de la educación popular en Fe y Alegría es formar “personas responsables, honestas, de formar el ciudadano comprometido con los demás, un ciudadano realmente solidario”.

Para Pérez Esclarín el otro reto es “la constitución de centros educativos comunitarios que en algún modo, puedan significar el cómo soñamos esa nueva sociedad que decimos es uno de nuestros objetivos fundamentales”.

La escuela debe enseñarnos a vivir para los demás

En esta onda reflexiva, el formador de maestros en América Latina y otras partes del mundo, expone que la escuela debe “enseñarnos a vivir para los demás, a convivir, a defender la vida, a dar la vida para que todos los demás tengan vida”.

Desde este planteamiento, es exigente cuando interpela que tanto la escuela, incluso la de Fe y Alegría, como la propia sociedad, no nos permiten conocernos a nosotros mismos, “a vivir mi interioridad, y esa es la principal frontera que tenemos que pasar porque cada uno de nosotros vive con un desconocido adentro”.

Cuestiona que estamos dentro de un modo, que a veces reproducimos en nuestros centros y prácticas educativas, que exalta la incapacidad “de estar dentro de nuestro corazón, de cultivar el silencio y escuchar la voz de Dios que me habla”.

Es tajante al afirmar que “la escuela nos enseña a valorar la palabra, pero no nos enseña el valor pedagógico del silencio”.

Desde su convicción personal hace énfasis en este punto dentro del proceso educativo porque es la forma más cercana para aceptarnos, valorarnos, reconocernos en y desde lo que somos “y como decía Paulo Freire somos seres inacabados”, en constante construcción y crecimiento entre los unos y los otros.

Interpela que ciertamente la educación nos enseña a ser útil “pero no nos enseña a ser constructores de nosotros mismos y para mí en eso consiste fundamentalmente la formación para encontrar la plenitud y eso solo es posible en el encuentro, en las relaciones con los demás, en el convivir”.

Por esto insiste en ver “al otro como distinto a mí, como un regalo que se me da. Solo si te veo que tienes un problema distinto ahí me enriqueces a mí. Solo así podremos entrar en una verdadera relación fraternal”.

Antonio Pérez Esclarín también plantea “trabajar por la interculturalidad”, en clara referencia a las crecientes realidades de millones de migrantes en todo el mundo y ante lo cual la educación popular, y Fe y Alegría en concreto, está invitada a la acogida, al respeto de los derechos humanos y de la misma naturaleza.

Exclama que solo desde esta óptica del encuentro y de la acogida “entre todos podemos construir esa cultura de los derechos humanos que nos pueden enriquecer”.

Otra idea fuerza que compartió en su exposición el maestro de maestros es la de la construcción de una real democracia.

En esta línea propone que en Fe y Alegría “debemos apostar en la formación política” para que seamos “sujetos políticos capaces de transformar” las estructuras de injusticia.

Cuestión que no la desliga del cultivo de la espiritualidad traducida en la “pasión por la construcción del Reino de Dios”.

Sus miedos y preocupaciones

Tampoco dejó de plantear algunos miedos que le producen varias de las exposiciones del primer día en el Congreso.

Uno de ellos está relacionado con la presentación de los resultados de la evaluación sobre el impacto de la acción de Fe y Alegría en algunos países.

Apuntó que cree en la fórmula de que los centros educativos del Movimiento se vayan estructurando en espacios de “verdadera acogida, organización y formación comunitaria”.

Pero alertó de un peligro. “Cuidado, no nos quedemos meramente con los que están dentro. Tenemos que medirnos con nuestros objetivos, con nuestros sueños y decimos que nuestro horizonte es la transformación humana profunda para transformar la sociedad”.

Alabó que los protagonistas de Fe y Alegría “estemos sólidos en nuestras raíces y en la gran riqueza de nuestra gente de a pie, pero cuidado que no creamos en definitiva que esta visión de lo positivo nos lleve a no seguir buscando que somos movimiento, a vivir esa insatisfacción creativa, a pensar que este mundo está muy mal, cada vez peor y por eso seguimos buscando, a seguir involucrándonos”.

También confesó que le dan mucho miedo las encuestas “porque no sé si responden a la realidad”. Alertó también de tener cuidado “con las innovaciones”.

Al final de su disertación remarcó que el proyecto educativo de cada centro, programa y acción debe afincarse en la realización de un diagnóstico real, del diseño de un curriculum, de las necesidades comunitarias.

Un proceso que considera tiene que hacerse desde la construcción colectiva “y desde ahí soñar la escuela que queremos”. 

Igualmente anima a creer en el surgimiento y fortalecimiento de los liderazgos colectivos, los liderazgos que solucionan y no aquellos que se imponen.

En esta dinámica advirtió también que hay que estar ojo avizor con la dimensión del poder “porque el poder nos seduce, nos enamora porque vivimos en una sociedad jerarquizada y de privilegios”.

Enciende esta alarma porque siente que en Fe y Alegría “algunos se vuelven inalcanzables”.

Cerró dejando para discusión posterior preguntarnos a quiénes estamos atendiendo y a quiénes estamos dejando de atender. “Cuando un alumno (participante) se queda en el camino es porque no fuimos capaces de darle lo que necesitaba”.

Por eso habla de seguir apostando por la pedagogía amorosa, por la pedagogía crítica, esa que enseña no a repetir sino a construir, a cultivar, a soñar.