¿Qué es de la juventud de hoy?

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Estas son historias particulares de algunos jóvenes venezolanos que no dejan de luchar y creer por su sueños viviendo una realidad cambiante y con un futuro que parece incierto.

En este trabajo para llegar a encontrar esas historias de vida, el creador, quien también es joven y sabe lo que sienten los muchachos de hoy, tuvo que pasar por una etapa de conocer a sus personajes y se preguntó: ¿hasta qué edad se es joven?

¿Se es «joven» hasta los 30? Muchos lo consideran así. Sin embargo, para las Naciones Unidas, son jóvenes aquellas personas de entre 15 y 24 años. Aun así, es evidente ver en las redes sociales a personas con más de 25 que dicen no sentirse adultos, se definen como niños con responsabilidades de gente grande.

Esa sensación se agrandó con la pandemia. Pasa que en su mente aún tienen la misma edad de cuando el mundo detuvo su acostumbrado ritmo. 

Ser independiente cuesta

Algo similar siente el licenciado de la Universidad del Zulia Adolfhu Pestana. Un chico descomplicado con apenas 26 años que cubre dos empleos: uno como editor de videos y locutor, y otro como DJ en un restaurante. 

Adolfhu desde hace unos meses vive solo, era demasiado adulto para vivir con su mamá, pero no sabía que era muy joven para todas las tareas que tenía que enfrentar.

«Lo que conlleva mantener un hogar y aparte seguir aportando a la casa materna, además para poder darte gustos de la ‘juventud’, salir, relacionarte no es tan sencillo y requiere organización económica y tiempo», dijo al dar sus declaraciones a Radio Fe y Alegría Noticias.

Siempre ha sido independiente, de hecho, desde sus 14 años. De alguna manera, la crisis económica lo transformó en un hombre maduro y gana «lo suficiente» como para mantenerse así mismo y tener la oportunidad de sentirse libre en su propio pequeño hogar.

No vive en una gran casa, pero si es un departamento cómodo para su presencia y recibir un par de amigos con gusto. Es el deseo de comenzar con algo de la juventud venezolana.

Salir del nido

El deseo que tiene Angélica Ángel. La jovenzuela merideña cumplió 20 años viviendo bajo el mismo techo de sus padres. Anhela irse al Táchira y desde allí emprender un nuevo rumbo.

La estudiante de Ciencias Políticas y de Psicología está convencida de ser capaz de partir del nido. Sale sola; se costea sus necesidades, sus estudios. Está preparada, pero le frena no tener ingresos altos, solo le alcanza para pagar su matrícula universitaria de una carrera en un instituto privado.

«Tengo dos trabajos para lograr mantener mis carreras y sostenerme a mí para conseguir un estilo de vida promedio», relató.

Toca trabajar doble

Dos trabajos también tiene Daniel Parra, el muchacho de piel morena que vive a pocos pasos de una playa en Margarita.

Daniel es una persona altruista, sin duda alguna, y optimista que le gustaría poder vivir solo, tener un vehículo y viajar. Hace poco tuvo la oportunidad de salir de la isla. Conoció Caracas gracias a su trabajo y todavía conserva la emoción y agradecimiento, se lo nota cuando cuenta sobre ello en sus redes sociales.

Cuando Radio Fe y Alegría Noticias habló con él, se le preguntó sobre su condición para estudiar y trabajar, ya que había posteado una imagen dejando saber que nada lo detiene. Tuvo que meter a cirugía tecnológica su laptop: tenía separada la pantalla del resto del cuerpo. 

«Constantemente sientes euforia, impotencia y rabia por a veces no tener recursos, como en mi caso para comprar una laptop; pero vas canalizando y sacas cosas positivas de tanta oscuridad», reconoció.

«A veces no es sencillo. Los venezolanos estamos pasando por una situación delicada, a veces no te alcanza para costear la canasta básica —dijo—. Sin embargo, dentro de todo, tengo la ventaja de hacer lo que me gusta. Trabajo en lo que me gusta, a pesar de que existen impedimentos y obstáculos. He logrado muchas cosas aún en el contexto político y social de Venezuela».

Quien muestra estas historias se preguntó tantas veces cómo algunos chicos estudian y trabajan al mismo tiempo. Lo descubrió a mitad de su carrera: las ganas de cumplir sus sueños le ayudaban a levantarse temprano, a llegar puntual a clases y de allí salir al trabajo. Solo le quedaba la noche para estudiar. Aprovechaba mientras iba en el bus para leer, cuando tenía que caminar hasta para entrar al campus universitario o esperaba de una clase a otra. Ahora con la pandemia tiene dos trabajos, sigue su carrera universitaria, estudia otro idioma y aún así ajusta sus espacios con organización para compartir con sus amigos y familiares.

¿Están perdiendo la juventud?

Angélica confesó que en su Instagram se ven fotos de las veces que se permite gozar algunas aventuras, pero la verdad no es algo frecuente. Indicó que tanto ella como el resto de los jóvenes no tienen «la oportunidad de disfrutar viajes, fiestas, por razones como la situación económica del país».

«Hay un sentimiento común en los jóvenes venezolanos: sentimos que estamos perdiendo la juventud. Vemos cómo otras personas en otros países avanzan académicamente, profesionalmente, pueden disfrutar. De cierta forma, la crisis venezolana arruinó nuestra niñez y juventud», sentenció.

«Es muy difícil ser joven en Venezuela, no solo por las circunstancias, sino por los problemas mentales a los que nos enfrentamos (…). Para vivir mi juventud me mentalicé que no puedo cambiar esta situación yo sola, no depende de mí. Aprendí a no tirarme a morir por esto», agregó.

Afirmó que no le gusta quejarse de su realidad porque hay otras más «crudas». La idea que la mantiene en Venezuela es la esperanza de en unos años sentirse parte de la gente que sumó por el cambio y el desarrollo.

Con discapacidad también se puede

«Crudas» o no de igual condiciones. Así lo formularía Jennifer Barrios, quien nació con distrofia muscular.

La licenciada de Comunicación Social, egresada de la Universidad del Zulia, estuvo casi una década bregando por su título universitario: su mayor sueño. Fue un camino difícil —contó—, pero tuvo su recompensa.

Jennifer Barrios recibe su diploma entregado por la rectora Judith Aular De Durán en el acto de graduación de LUZ,. Foto: Cortesía.

«Había días que no tenía para el taxi, por tal motivo llegué a pensar en abandonar mi carrera. Pero en ese momento fue cuando más fuerza tomé y seguí en mi camino», admitió ante la pregunta sobre cómo hacía para trasladarse a la universidad. Lo hacía dos veces por semana y trataba de inscribir varias materias en un día; de esa manera ahorraba en taxi cuando su papá no tenía para llevarla.

Jennifer está en silla de ruedas, escribe con sus delicadas pequeñas manos en su teléfono por donde más se suele comunicar. Su mamá ha sido su guía y acompañante de clases, se podría decir que hizo junto a ella la carrera.

«Me motivó mis ganas de salir adelante y ser alguien en la vida», exclamó.

«A pesar de mi condición, uno sí puede llegar a ser alguien importante en la vida. Que nada impida hacer tus sueños y metas realidad».

El sueño

«Lo más grande que tenemos los jóvenes es la motivación, el generar ideas, porque creemos en lo que estamos haciendo y soñamos», expresó María Elena Parra, otra activista y estudiante de Ciencias Políticas.

La zuliana de 23 años, tiene fijado su rumbo desde pequeña: desde el gobierno transformar la nación. 

María Elena cree que la motivación por alcanzar un sueño es lo que hace sentirse joven y lo percibe cuando habla con otras personas que están también trabajando para paso a paso subir los escalones de la escalera del sueño que en retrospectiva se verá cómo subir el monte Everest.

La esperanza de quedarse en Venezuela

«Hay jóvenes como yo que seguimos luchando por cumplir nuestros sueños y permanecer en nuestro país. No me voy porque mi proyecto de vida está acá. Para lograr mis sueños necesito a mi familia cerca. Quiero llegar a algún puesto del gobierno para cambiar la forma de gestión de las políticas. No hay otro país que me pueda dar esa oportunidad», afirmó con aquel temple envidiable María Elena.

«Si me voy, me voy a trabajar y volveré. Este país es un lienzo en blanco de oportunidades para pintar», acotó Daniel.

«Elijo quedarme en Venezuela porque soy idiota, —dijo al soltar una ligera risa—. En realidad porque creo que mi trabajo está aquí ayudando a otros y a este país», fueron las palabras de Angélica.

Otros estudiantes como María Iriarte y Bryan Casanova también conservan la idea de crecer en Venezuela. No descartan irse en algún momento, pero creen que desistir no es la vía correcta.

Estas son cinco historias de chicos que desean cambiar los datos de la Encuesta Nacional sobre Juventud en Venezuela (Enjuve 2021), la cual reveló que 37% de jóvenes entre 16 y 24 años que no están ni estudiando ni trabajando. 

Las realidades de la juventud son distintas. Sin embargo, cabe mencionar que los importantes cambios en Venezuela han surgido gracias a los jóvenes. Son ellos quienes hoy pueden garantizar un mejor mañana.