El pasado 11 de marzo de 2020, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró el COVID-19 como una pandemia, la cual llegó a Venezuela dos días después. Desde la fecha, el país vive en Estado de alarma nacional por la pandemia producida por la enfermedad.
La cuarentena radical continua duró desde el 16 de marzo hasta el primero de junio del 2020, dando paso al “7 más 7” (una semana flexible y una de “cuarentena radical”). Se suspendieron todos los vuelos comerciales, una medida que duró hasta diciembre del 2020, período en que solo “vuelos humanitarios” ingresaron al país.
A un año del Coronavirus en Venezuela, nuestras vidas aún no regresan a la normalidad: tapabocas, lavado frecuente de manos (siempre y cuando se tenga agua, algo poco común en varios lugares del país), guantes y distanciamiento físico, es la consigna para evitar el contagio.
Además, para mayor enredo, Venezuela vive con un método mixto: una semana medidas de bioseguridad y cuarentena radical, y otra libre a plenitud, en las que podemos ver personas sin protección alguna. A ello se le agregó la flexibilización plena en todo diciembre del 2020 y carnavales del 2021.
La OMS desarrolla un acompañamiento en el diseño y aplicación de los protocolos sanitarios en nuestro terruño para enfrentar al nuevo Coronavirus. Por lo que se elaboró una estrategia de dar logística a 46 “hospitales entinelas”, los cuales serían los responsables de atender a las personas infectadas con el virus.
Posteriormente, las clínicas privadas se unieron al trabajo y el aumento del contagio en estados como el Zulia llevaron al uso de hoteles para guardar pacientes; el Poliedro de Caracas también fue convertido en centro de atención a pacientes asintomáticos.
Es importante recordar que Venezuela entró en la pandemia con una debilidad en el sistema de Salud, por múltiples causas. No obstante, la ayuda internacional de gobiernos afines a la “Revolución Bolivariana”, se hizo sentir: Rusia y China, han donado toneladas de medicamentos y equipamientos clínicos para paliar la crisis persistente por el virus.
La cooperación de la OMS ha permitido a Venezuela adquirir medicinas y equipamientos para atender la pandemia. Sin embargo, el sistema de salud no se ha recuperado totalmente: hay debilidades en cuanto a las fallas eléctricas, que ponen en apuro a los médicos, además de otras consecuencias indirectas como la falta de ascensores. Por ejemplo, quien suscribe este artículo estuvo en enero en varias oportunidades en el “hospital centinela” clínico universitario de Caracas, y no habían ascensores operativos, por lo que me tocaba subir por las escaleras, pues no siempre las rampas son habilitadas (el centro de salud tiene 11 pisos).
¿Por qué en uno de los principales hospitales del país no hay ascensores operativos?
Para los venezolanos, la pandemia ha representado una fuerte carga emocional por la falta de información oportuna y completa, las variantes de un día para otro en las medidas e incluso las contradicciones a las recomendaciones de la OMS, han generado mucha incertidumbre en la población: a la fecha se desconoce realmente un cronograma de vacunación.
Stefania Aguzzi, Master en Psicología, explica: “Ante todo, creo que todos de alguna manera estamos cansados por el cambio de vida que muchos hemos asumido en pro de cuidarnos: no salir, uso de mascarillas, lavado de manos; en fin las medidas de protección. Sobretodo el distanciamiento social es una de las cosas que más nos afecta mucho el no poder abrazar a nuestros seres queridos: creo que nos afecta a todos la falta del contacto social con el otro pega mucho”.
“Pero a la vez, siento que los venezolanos no nos terminamos de cuidar, aún cuando nos conocemos de memoria las medidas de protección, cuando salimos a la calle en las semanas flexibles nos damos cuenta que la gente usa de forma bien inadecuada el tapaboca, no existen las medidas propias de bioseguridad en el transporte público o en los lugares que uno entra; esto hace sin duda que todos estemos en peligro. El virus está por más que numerosas personas pretendan negarlo y lo sabemos porque muchos hemos perdido seres queridos a causa del COVID-19”, expresó.
“Del punto de vista psicológico: evidentemente hay todavía mucho miedo, incertidumbre y esto creo que tiene que ver con la falta de información porque no se dicen las cosas como son. Venezuela no tiene datos estadísticos certeros de la pandemia. Me preocupa que en otros países de Europa, incluso de América Latina, la vacuna existe y ya tienen planes de vacunación masiva, y en Venezuela eso no lo tenemos. Sorprende la poca cantidad de vacunas que llegaron, a estas alturas todos los médicos deberían estar vacunados, pero sabemos que no es así”, agregó la experta.
“Si tenemos un país con políticas gubernamentales ineficaces en la cura y prevención, nos hace un país más débil frente al virus. Por eso nos toca a nosotros cuidarnos, los que ya pasamos la enfermedad solo tenemos una cobertura de 6 meses de inmunidad; yo puedo dar testimonio que no es fácil. Es cierto que estamos cansados de estar encerrados, pero es la única manera de protegernos. La pandemia genera ansiedad, miedo, desesperanza y depresión. Los niños son afectados por no tener ese contacto social que es imprescindible para su desarrollo como ser humano. Y lo positivo que yo siempre busco es que la pandemia nos permitió acercarnos a nuestras familias, y todos tuvimos la oportunidad de un crecimiento espiritual en este año”, sentenció.