En el marco del Día Mundial contra la Explotación Infantil, que se celebra cada 12 de junio, la abogada Dilcimar Meléndez y el profesor especialista en Derechos Humanos, Luis Jiménez, abordaron la explotación laboral y el abuso de los derechos de niños, niñas y adolescentes en entrevista para De Primera Mano de Radio Fe y Alegría Noticias.
Meléndez enfatizó que la familia tiene la responsabilidad ineludible de criar, cuidar y velar por el bienestar de sus hijos e hijas desde el cariño y el amor. Asimismo, puntualizó que, aunque la edad mínima para que un adolescente trabaje es de 14 años, bajo ninguna circunstancia se le permite abandonar sus estudios para hacerlo.
“La ley prevé una edad mínima para trabajar en Venezuela a partir de los 14 años, siempre y cuando el Consejo de Protección de Niños, Niñas y Adolescentes otorgue una credencial. Las condiciones para esto son estrictas: la actividad no debe menoscabar o violar los derechos a la educación y la salud, ni ser nociva. Esto significa que no se permite dejar la escuela para trabajar, y las horas de trabajo deben ser limitadas”, contó la abogada y representante de la fundación Cairus.
Colaboración familiar vs. explotación infantil: la fina línea
En el ámbito de los negocios familiares, es frecuente que los hijos acompañen a sus padres al lugar de trabajo. No obstante, la abogada Dilcimar Meléndez subrayó que la línea entre la colaboración y el abuso se vuelve borrosa cuando los niños se involucran de forma habitual y extensiva en tareas laborales.
Para diferenciar una situación de la otra, debe existir una armonía entre el trabajo y la educación, siempre priorizando los estudios. Los padres deben ser conscientes de que su principal responsabilidad es garantizar la educación de sus hijos y que estos vivan una infancia feliz.
“La prioridad debe ser la educación y la responsabilidad de crianza de los padres es indeclinable. Si se prioriza lo económico para resolver problemas que no corresponden al niño o adolescente, se desvirtúa su desarrollo. Los padres deben ser conscientes de que su prioridad es que el niño estudie y sea feliz, viviendo su infancia”, resaltó Dilcimar.
Por otra parte, la especialista hizo un llamado a la reflexión: no debemos abordar la situación de los niños, niñas y adolescentes en explotación laboral en la calle desde la mera compasión o dando dinero. Al hacerlo, sin darnos cuenta, podemos estar perpetuando un ciclo de explotación ya que a menudo hay un depredador o explotador que los expone para obtener un beneficio económico.
A su juicio, la solidaridad debe ir más allá de la ayuda inmediata y se deben buscar soluciones que rompan con el ciclo de abuso.
De la caridad a los derechos
Por su parte, el profesor Luis Jiménez mencionó la necesidad de ir más allá de la visión de la caridad. Si bien la caridad no es mala en sí misma, solo ofrece un “tratamiento sintomático”, ya que atiende el dolor sin identificar su causa.
“Cuando se aborda la situación desde el enfoque de derechos, el espectro se amplía. No se trata solo de dejar que el niño limpie el vidrio o darle comida; se trata de preguntarse: ¿Qué puedo aportar como sociedad y como ciudadano? Esto implica apoyar a fundaciones y organizaciones civiles sin fines de lucro que trabajen con niños, niñas y adolescentes para prevenir y tratar el trabajo y la explotación infantil”, explicó el profesor Luis, también miembro de la fundación Cairus.
En un país como Venezuela, donde la realidad económica puede tentar a muchas familias a involucrar a sus hijos en el trabajo, es crucial recordar que la verdadera inversión es en su futuro y bienestar.
La fundación Cairus, a través de voces como las de Dilcimar Meléndez y Luis Jiménez, nos insta a pasar de la compasión momentánea a la acción informada y sostenida. Proteger a la infancia y adolescencia no es solo un deber legal y moral, sino una inversión social que construirá un mejor mañana para todos.
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