En los primeros años del cristianismo, los creyentes del mensaje de Jesús iban a darle la Buena Noticia a aquellos que la necesitaban: los excluidos sociales, los que idolatraban ídolos o cualquier persona que requería un mensaje de esperanza.
En Política, el mensaje de un candidato, proyecto o partido, va a dirigido para quienes necesitan escuchar algo diferente o reclaman un cambio real en la sociedad. Una forma de sumar adeptos, que se traduzcan en votos al momento de la elección; o en la construcción de cuadros militantes que hagan crecer la organización.
Los cristianos sumaban creyentes con su mensaje y ejemplo; algo que deberían hacer los que desean mantenerse en el poder o cambiarlo. Pero aquí viene el nudo crítico del asunto: El liderazgo político no está pregonando con el ejemplo lo que le dicen a sus simpatizantes. Y pido disculpas por la generalización.
También hay que afirmar que su mensaje no va dirigido a sumar nuevos adeptos, va enfocado en su propia militancia que escucha fascinada lo que dicen sus líderes, ya que cantan la melodía que le pide su público: Un mensaje cargado de encono, sin mayores argumentos sobre qué hacer con el país del futuro.
¿Acaso no hay algún candidato u organización que esté escuchando a la gente y hablándoles de un mensaje diferente? Yo creo que sí, le tocará a cada ciudadano toparse con ese liderazgo que le dé un zarpazo a esa casta política que se aisló de la realidad.
Se tiene que dejar de evangelizar cristianos y comenzar a hablarle a ese venezolano, que sufre el día a día, que desea un cambio, pero no como lo plantea un sector político.
Toca construir desde abajo la diferencia; iniciar una etapa diferente donde se retome la Política a su escencia: El servicio al otro, sin menoscabo de sus derechos.
Rafael Curvelo es politólogo y articulista de la revista SIC de la Fundación Centro Gumilla
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