Trabajadores informales en Maturín dependen de la semana flexible para poder mantenerse a flote y así llevar el sustento a sus hogares.
Hugo Rojas tiene un puesto de venta de artículos de higiene y enseres del hogar y sufre la debacle de horarios y restricciones de trabajo impuestas por la pandemia de la COVID-19.
«Se trabaja tres días, lunes jueves y domingo, no se puede trabajar todos los días y esto afecta porque yo llevo a la casa el diario con lo que hago», contó.
Rojas relata también lo difícil de su día a día como comerciante. “No es la misma venta en la semana radical que en la flexible, yo vengo para vender así sea para un arroz, algo para uno aguantarse” en su caso es el sustento de su esposa y sus dos hijos.
“A veces se vende, a veces no se vende nada en el día, solo da para uno medio comer. Lo que más sale estos días son productos de aseo personal, pasta de dientes, jabón, champú y desodorante en sobre, la gente los compra en sobre porque es más económico”.
José Ribas es vendedor de sardinas y hasta este producto de alto consumo por su bajo costo le ha dado batalla para que se venda como antes de la pandemia.
«Las ventas llevan meses regulares ya no vendo ni la mitad de lo que vendía antes, ahora de 5 cajas vendo una sola diaria. Siempre se vende porque es lo más económico, no todos pueden comprar pollo o carne, entonces por un millón doscientos se llevan su kilo de sardinas».
A diario lucha por el sustento de su hogar con la venta de sus sardinas en el mercado municipal de Maturín y reflexiona asegurando que muchas familias la pasan mal y ni para llevar sardinas les da el presupuesto.
«La clientela se queja del costo porque que está muy mal el salario hoy día resulta más económico comprar un kilo de sardinas fresca y aunque es barata no todos la pueden comprar”, asegura.