Un año de Petro en el gobierno

La versión más radical del presidente Petro se vio y se escuchó recientemente en una de las jornadas de marcha y conflicto en Colombia. En un mitin realizado en Bogotá -en el que los seguidores del petrismo exigieron celeridad a las reformas sociales que se debaten en el Congreso-, el presidente Gustavo Petro mostró su cara y su tono más imperativo. Al mejor estilo de los regaños de Chávez en “Aló, presidente”, los ministros de la Casa de Nariño quedaron advertidos: “¡ministro que no haga caso, se va!

El exministro de educación, Alejandro Gaviria, una de las voces más críticas dentro del gobierno salió del ministerio cuando se pronunció en contra de la reforma a la salud. ¿No hizo caso el ministro Gaviria?, ¿a qué se refiere Petro con lo de no hacer caso?, ¿Qué pasó con la premisa del Pacto Histórico?, ¿no era esa la motivación para reinventar la política colombiana desde la diversidad y los consensos? El pasado 5 de mayo, el presidente Gustavo Petro dijo al Fiscal General de la República que él era el Jefe del Estado y por tanto era su jefe. ¿Y la separación de poderes?

¿Qué pasa en Colombia?

Lo primero es que en Colombia se está viviendo un proceso político diferente, una etapa política casi desconocida para la gran mayoría de los habitantes del país. Desde el pasado 7 de agosto de 2022 gobierna la izquierda. En Colombia, desde el asesinato de Jorge Eliecer Gaitán el 9 de abril de 1948, siempre se gobernó desde la derecha y el centro al margen de un conflicto armado con las guerrillas que surgieron de los movimientos y partidos de izquierda afectados por el asesinato del llamado “caudillo del pueblo” en el “bogotazo”. 

De Gaitán a Petro pasaron muchas décadas y mucha sangre en el país del realismo mágico. Varias etapas de violencia provocadas por: carteles de drogas, grupos paramilitares, guerrillas, organizaciones criminales y promotoras del terrorismo dedicadas al secuestro y la extorsión. En Colombia el proceso político no se puede leer solo de forma coyuntural. Y cualquier acercamiento a la actualidad corre el riesgo de ser más o menos inexacto. Pero, si es posible hacer una descripción con datos verificables. 

Petro llegó al gobierno con una bandera: “la paz total”. Pacificar al país, sentar en una misma mesa para acabar con las balas y la sangre de cuanto grupo se levanta en armas. ¿quiénes son?, muchos: las disidencias de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), el Ejército de Liberación Nacional (ELN), del lado de las guerrillas históricas. Por otro lado, “El Clan del Golfo”, grupo señalado de traficar con drogas y personas. En el foco también están las “Autodefensas de la Sierra Nevada de Santa Marta”, Las bandas y grupos organizados de Medellín y el Valle de Aburrá, “Los Espartanos”, de Buenaventura y “Los Shottas”, de Buenaventura. 

Mesa de negociación con el ELN en Caracas.

La aspiración de “Paz total” es un camino escabroso y con muchos matices y detractores. Las principales objeciones están en el método para llegar a la meta. Se cuestiona que grupos armados se mezclen unos con otros sin distinción de los crímenes que hayan cometido. Se pregunta por los instrumentos jurídicos a utilizar y, sobre todo, se alerta sobre los beneficios políticos que podrían obtener los líderes de los grupos armados. En fin, que la justicia no llegue y las víctimas desamparadas. 

La primera vez

Quienes adversan al gobierno le llaman reformista, en vez de revolucionario o innovador y esto ha tenido implicaciones en la narrativa de su gobierno, que se muestra como el primero en todo. La primera vez.

Una vez posesionado en el gobierno, Petro inició, junto a la bancada del Pacto Histórico, una cruzada política para reformar el sistema de salud y el sistema laboral, sin embargo, con el pasar de las semanas y tras denuncias de poco diálogo, las reformas se cayeron. También se cayó el principal aliado del petrismo entre senadores y congresistas. Se trata de Roy Barreras, el hombre al que se le atribuyen varios milagros políticos de consenso y manejo político. 

Presidente Gustavo Petro y senador Roy Barreras

Los votantes de Gustavo Petro, seguramente están esperando a que las promesas de campaña se traduzcan en realidad, vía reformas o por la gestión que desempeñen sus ministros y funcionarios. Por lo pronto, lo del nuevo sistema de salud y lo de una jornada laboral de cuarenta horas por semana siguen siendo promesas de campaña.

¡Escándalos!

El 7 de agosto de 2022, Petro llegó a la plaza junto a su esposa -Verónica Alcocer-, los dos estaban acompañados por familiares y miles de personas que se juntaron en pleno centro de Bogotá para ver cómo un presidente de izquierda entraba a la Casa de Nariño por primera vez. Ese día, haciendo discurso lanzó la primera polémica. Pidió la espada de Bolívar, en contra decisión a lo que había ordenado Iván Duque, quien apenas había dejado el Gobierno unos minutos antes. 

Después de ese día, que nunca llega a tiempo, que hace esperar a la gente, que su vicepresidenta usa un helicóptero como si se tratase de un taxi, que la ministra de minas no sabe de minería, que la ministra de cultura fue despedida sin siquiera haber hablado una vez con el presidente. Y aunque todo parece chismes de pasillo y hechos cotidianos alrededor de un presidente, al día de hoy el gobierno se tambalea. 

Por ejemplo, la jefa de su gabinete, Laura Sarabia quedó expuesta después que se supiera que había utilizado un polígrafo y a las instancias del Estado para asuntos domésticos. En esa revuelta también salió Armando Benedetti, el embajador en Venezuela y el encargado de hacer el “milagrito” de reanudar las relaciones con el gobierno de Nicolás Maduro. Los dos quedaron señalados por “pinchar” el teléfono de una niñera, sospechosa de robar 7 mil dólares en efectivo de la casa de la jefa de los ministros.

Durante esos días de junio de 2023, se filtraron audios de WhatsApp en los que, tanto Sarabia y Benedetti se sacaron trapitos sucios y dieron a entender que lo de la niñera no era más que una pequeña arista de un escándalo mucho mayor. Incluso se pondría en duda el financiamiento de la campaña presidencial.

Exembajador de Colombia en Venezuela Armando Benedetti y la exjefa de gabinete Laura Sarabia.

“Aquí no puede quedar ni mancha ni duda siquiera de que este Gobierno va a repetir las suciedades que otros gobiernos hicieron”, dijo el presidente Gustavo Petro mientras anunciaba que Laura Sarabia ya no era más la jefa de gabinete y que Armando Benedetti tampoco sería más el embajador en Caracas. 

Nicolás, el hijo

Cuando la tormenta pasaba y apenas unas semanas antes de cumplir un año en el gobierno, el hijo del presidente fue arrestado. Se le acusó de lavado de dinero y enriquecimiento ilícito. También fue detenida su exesposa. Los dos fueron llevados ante un juez. Primero, Nicolás negó todo, pero unos días después se convirtió en colaborador de la Fiscalía y, según el fiscal Mario Burgos, el hijo del presidente admitió que recibió plata de un narcotraficante y que parte de esa plata pagó la campaña presidencial de su papá.

Nicolás y Gustavo Petro durante la campaña presidencial.

Meses atrás, Gustavo Petro trató de desvincularse de este hijo, dijo en una entrevista que él no lo había criado. Ahora, ese hijo llamado Nicolás Petro se convirtió en la pieza que podría desencadenar un huracán que deje destrozos en la política colombiana. El Congreso ya investiga y el panorama es complicado.

De nuevo en Venezuela

Desde el año 2019 Colombia y Venezuela no compartían representación diplomática ni canales de diálogo como la tienen la mayoría de países vecinos. Desde principios de siglo, durante las presidencias de Chávez y Uribe las relaciones fueron ásperas e ideológicamente incompatibles.

Gustavo Petro y Nicolás Maduro en Caracas.

Con la llegada de un presidente de izquierda a la Casa de Nariño, Maduro encontró una nueva válvula de escape para aliviar la presión regional. El pasado 12 de agosto, los presidentes de ambas naciones intercambiaron notas diplomáticas en las que anuncian el restablecimiento de relaciones. Desde entonces, se nombraron embajadores, se reiniciaron los vuelos comerciales, los puentes en las fronteras levantaron las barricadas y los consulados de Colombia abrieron puertas. Los de Venezuela, todavía no. 

En Colombia hay más de dos millones de venezolanos que huyeron de la Emergencia Humanitaria Compleja. El Estado Colombiano respondió a la migración masiva otorgando un Estatuto de Protección Temporal para regularizar la presencia en el país. Según datos de Migración Colombia, hasta abril de este año se habían entregado más de 1 millón 600 mil permisos. 

De acuerdo con Ronal Rodríguez, Investigador y vocero del Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario, durante la gestión de Petro los líderes del gobierno optaron por repetir las narrativas del gobierno venezolano y con esto invisibilizar el fenómeno migratorio. 

Migrante venezolana y funcionario de Migración Colombia.

Petro y el Estado colombiano

Al presidente Petro le restan 3 años en el palacio, según las reglas del Estado no puede reelegirse, al igual que el expresidente Iván Duque, serán mandatarios de un periodo, a menos que cambien las reglas del juego. Pero eso no está en agenda. Por ahora. 

El presidente Petro tiene mucho trabajo por delante para cumplir las promesas, en principio, evitar un juicio político y eventual destitución por el presunto financiamiento ilegal de la campaña presidencial. Para lograr este objetivo ya nombró a un abogado penalista que lo representará ante los tribunales, de ser necesario. 

Para la “Paz Total” hace falta mucho camino, Ojalá comiencen por un cese al fuego definitivo con la mayor cantidad de actores posible y que la mesa de diálogo con el Ejército de Liberación Nacional (ELN) llegue a buen puerto. Los líderes campesinos, los indígenas y la gente más pobre lo agradecerá.

Un año y contando 

Este 7 de agosto se cumple un año desde que un exlíder guerrillero asumió la presidencia de Colombia. Visto en los años 90 del siglo pasado era más que improbable, sobre todo después de los asesinatos de los líderes de las guerrillas del M19 y de la Unión Patriótica 

Analizar o relatar el primer año de Petro en el gobierno es una tarea de construcción de contexto, compresión de momentos y actores. Y aunque muchas escenas se vean pintorescas, seguramente hay mucho en el trasfondo. 

Lo que comenzó hace un año (quizás mucho antes) con un llamado de unidad nacional y concertación corre el riesgo de terminar con un imperativo como el que le llegó a los ministros, “¡Ministro que no haga caso, se va!”. Ojalá que no se convierta en un presagio de al que no le guste, que se vaya.

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