Las Torres Gemelas de Nueva York se convirtieron en el símbolo del terrorismo mundial. El 11 de septiembre cambió la narrativa de la seguridad nacional y desató un baño de sangre que todavía no para.
Hace 23 años, dos aviones comerciales se estrellaron en las icónicas torres empresariales de Nueva York con minutos de diferencia, suficientes como para que las cámaras de televisión se instalaran y transmitieran en vivo una secuencia de muerte.
¿Qué pasó el 11S?
La versión oficial registró que el grupo terrorista Al Qaeda decidió atacar a Estados Unidos e infiltró a varios terroristas en aviones comerciales que cometieron el atentado.
La misma versión indica que casi 3.000 personas murieron en el atentado.
Las torres World Trade Center cayeron en secuencia aplastando todo a su paso. Esa imagen también generó múltiples teorías que ponen en duda la versión oficial.
Algunos activistas como Michael Moore plantearon otras posibilidades. Por ejemplo, en el documental Fahrenheit 9/11, según su tesis, el entonces presidente George Bush y la familia de Bin Laden eran socios en el mercado petrolero y las Torres Gemelas fueron la estrategia para generar el caos, propiciar la guerra e incrementar su producción en territorio árabe.
En el documental, el periodista Moore cuestiona la relación del presidente con Bin Laden y la conveniencia de los atentados. Sugiere que hubo reuniones frecuentes previas a los sucesos y una serie de “errores” de seguridad nacional que en ningún caso ocurrirían en los Estados Unidos.
Lo más grave es la sugerencia de la implosión. El documental plantea la posibilidad del derrumbe controlado, propiciado por expertos y que los aviones fueron solo la fachada para dar espectacularidad al evento.
¿Qué hay hoy?
Veintitrés años después, en el lugar donde cayeron las torres se respira un aire espeso, hay silencio y solemnidad en medio del caos de una de las ciudades más ruidosas del mundo.
Hay una fosa infinita que peregrinan los turistas sin parar. En el borde de la inmensa cuadrícula están los nombres de las víctimas. Demás está decir que es un escenario impresionante.
Años de guerra y muerte
En el año 2003, dos años después de los atentados, el Gobierno de Bush y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) decidieron atacar e invadir a Irak. La causa de la declaración de guerra fue que, según datos de inteligencia, este país apoyaba a los terroristas y tenía en su poder armas nucleares.
El secretario de Estado de la época, Colin Powell, y los altos mandos militares de Estados Unidos aseguraron que habían encontrado armas químicas en Irak, sin embargo una investigación de Naciones Unidas, a través de un grupo de expertos en armas, determinó “casi en un 100 por ciento” que el gas sarín producido en 1980 ya no era peligroso y que las armas químicas encontradas eran “menos tóxicas que la mayoría de los productos que los americanos tienen bajo los fregaderos”.
La tesis de las armas nucleares se cayó, pero la guerra siguió. La expansión bélica alcanzó a Saddam Husein, a Muamar el Gadafi y a Osama Bin Laden, entre otros cientos de miles de personas que murieron en territorio de guerra durante las dos últimas décadas.
En la narrativa, la guerra contra Bin Laden por los ataques del 11 de septiembre se convirtió en la «guerra contra el terrorismo». Al día de hoy, territorios como Afganistán fueron retomados por los fundamentalistas religiosos del Estado Islámico, mientras el actual presidente de Estados Unidos, Joe Biden, retira las últimas tropas de la invasión iniciada en 2003.
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