“El papa Francisco nos involucró en las discusiones sobre los problemas del mundo”, dijo el sábado 26 de abril, en la plaza de San Pedro, un joven italiano de nombre Mauricio que fue al funeral junto a su hermano. 

Mauricio respondió al llamado que hizo el papa a la juventud en reiteradas ocasiones. Por eso, fue hasta Portugal para la Jornada Mundial de la Juventud en agosto de 2023. También, por eso estaba estos días en Roma, porque participa en el Jubileo de los jóvenes. A él le interesa el tema de las energías renovables, estudia ingeniería eléctrica y lo atrajo el cuestionamiento constante que hacía Bergoglio a los modelos de desarrollo que matan a los ecosistemas. 

Mauricio no iba mucho a la iglesia, de hecho, casi nunca, pero desde que entró en sintonía con Francisco se sintió parte de un movimiento global, de una idea pastoral de querer cambiar el mundo para algo mejor. Ese sábado, los dos hermanos vestían una camiseta azul del jubileo y un carnet que se tambaleaba en el cuello cada vez que arrancaban a aplaudir al papa. 

El fenómeno comunicacional de Francisco con los jóvenes puede ser tan complejo como sencillo. Por un lado, estamos hablando de un anciano de 88 años que se comunicaba a la perfección con los adolescentes y jovencitos del mundo. Es curioso que la brecha generacional no fuera un impedimento, como se plantea en muchos espacios de la cotidianidad. Por otro lado, el papa no salía en pantallas ni era un spam del algoritmo; su plan de comunicación fue sencillo: hablar de lo que ellos hablan que, en definitiva, no es distinto a lo que la iglesia tiene que abordar. 

El anciano que hizo match con los jóvenes

Este papa confesó que, cuando lo nombraron obispo en Argentina, le regalaron un celular que parecía un zapato por lo grande que era. También dijo que lo usó una vez por insistencia del que se lo regaló y nunca más tocó un aparato de esos. Además, le comentó a una periodista argentina que cuando era estudiante de teología, en Alemania, se compró una máquina de escribir que usó hasta el día que viajó a Roma para el cónclave en el que lo eligieron como el obispo de Roma. Es decir, tampoco usó computadoras. ¿Cómo se explica que un viejito completamente analógico lograra conectar con los millenials y centennials?

Recién electo papa, Francisco participó en la Jornada Mundial de la Juventud en Brasil. Era 2013 y en ese viaje rompió todos los paradigmas. En plena misa, no regañó a los jóvenes ni los insinuó cabezas huecas ni faltos de experiencia. No los mandó a hacer caso ni a portarse bien. El Francisco de Río de Janeiro les habló de tú a tú, les planteó problemas de fondo y les pidió que se revelaran ante los modelos que los oprimen. “¡Hagan lío, hagan lío!”, les dijo. Los retó. Ahí, ese día, en esa homilía creo que dio en la tecla correcta y rompió con décadas de desconexión. 

Francisco se refería al rol de los jóvenes en la construcción de la nueva iglesia, que sale de los templos y va a las periferias, a los barrios, a donde las minorías. Los invitó a ayudarlo a recibir a todos y a todas, a formar alboroto en las Diócesis y en los lugares que se habían acomodado para no hacer lo suficiente. Convocar para multiplicar el mensaje de Jesús. 

El amor de Dios

Adriana y Fátima viajaron desde El Salvador cuando se enteraron de la muerte de Francisco. Las encontré en una de las filas para entrar a la capilla ardiente el viernes 25 de abril.  

“Nos enseñó a perseguir nuestros sueños y a que lo único gratis en esta vida es el amor de Dios”, dijeron las chicas salvadoreñas.

En un diálogo con jóvenes que se convirtió en un documental de televisión de nombre “Amén, Francisco responde”, Celia, una chica española le preguntó si sabía lo que era una persona no binaria y qué pensaba de los curas y religiosas que utilizaban el Evangelio para dejar por fuera a los miembros de la comunidad sexo diversa. Francisco le respondió que Dios era amor, que no discriminaba a nadie y que esa gente estaba “infiltrada” en la iglesia. 

En esta última década, el papa atrajo a los jóvenes a una causa común: a la de salvar el planeta cuestionando el extractivismo; también los puso al frente de los diálogos interreligiosos y de la caza a los abusadores y violadores que se esconden en las sotanas y los hábitos. 

“Vinimos al jubileo desde Caracas y cuando aterrizamos, nos enteramos que el papa había muerto”, dijo Sofía Herrera mientras intenta, junto a otros chicos, ubicarse en las inmediaciones de la plaza para participar en el funeral de Estado de Francisco. 

“Lo vamos a recordar por la unión y la alegría. Estamos aquí porque él mismo nos convocó para el jubileo de los adolescentes, por eso este viaje se convirtió en algo especial”, insistió.

En fin, Francisco conectó con las aspiraciones y preocupaciones de la juventud. Lo hizo, tal vez, porque creyó que este grupo es capaz de pensar y crear lo nuevo. 

Lo logró, se me ocurre pensar, porque no planteó una relación de poder ni instrumental. Si habláramos de una batalla, Francisco armó un ejército de estudiantes, niños, niñas y adolescentes para derrocar los vicios y las mañas que amenazan la fe.

Desde su posición de alto jerarca, Jorge Mario Bergoglio invocó la alegría de los jóvenes para afrontar los retos del mundo. Siempre apeló al sentido del humor para no vivir amargados, por más terrible que pueda ser el contexto. También advirtió que los que pierden la alegría, se avinagran. 

Con casi 90 años, el papa no se cansó de dar el ejemplo de cómo conectar con los jóvenes y desmontó las teorías de que la iglesia es un lugar aburrido y al que solo van los limpios, los puros. 

¿Dios nos ama a todos por igual?

En el documental con jóvenes del mundo, el papa insistió en que “Dios nos ama a todos por igual”, sin importar nuestras posturas políticas ni nuestra orientación sexual, ni nos condena por pecar. 

En esa producción y en otras oportunidades, Francisco repitió que él no era nadie para discriminar. También, hasta la saciedad, comparó a la iglesia con un hospital de campaña después de una guerra:  es el lugar que recibe a todos los heridos del corazón y del espíritu. 

El próximo papa, lejos de imitar a Francisco, tiene el reto de seguir explorando y profundizando la comunión con los jóvenes, no solo para atraerlos a la fe de los cristianos, sino también para seguir cuestionando las estructuras que generan opresión a los más pobres del mundo. 

El día que el cuerpo del papa abandonó la basílica de San Pedro para siempre, el promedio de edad en el Vaticano era tan bajo como el de una universidad o un liceo. Ese día, con la informalidad del caso y la fraternidad conquistada, cada dos por tres se escuchaban aplausos de agradecimiento, los más chamos levantaron la bandera de la alegría para despedir al pana Francisco. 

Este artículo forma parte de un conjunto de relatos que narran los días de la muerte del papa Francisco en la ciudad del Vaticano. 

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