Con los cánticos de celebración y de acción de gracias se engalanó la misa central por los 68 años de Fe y Alegría este martes 7 de marzo en la iglesia San Francisco de Caracas.
El P. Alfredo Infante, SJ, Superior Provincial de la Compañía de Jesús, presidió la eucaristía. Le acompañaron Manuel Aristorena, director general de Fe y Alegría Venezuela, Jesús María Aguirre, Jesús Orbegozo y el P. Francisco Méndez, presidente de la AVEC.
Desde algunas escuelas del Movimiento en Caracas y Miranda se fueron congregando muchachos, maestros y personal directivo. También comulgaron de este espíritu de agradecimiento directores regionales de IRFA, de los programas Escuela, Capacitación, Educación Universitaria, sellando la celebración con la transmisión a todo el país, en directo, de la red nacional de Radio Fe y Alegría Noticias.
Las lecturas que precedieron al evangelio remarcaron que hay tiempo para nacer, morir y resucitar. Que hay tiempo para caminar, detenerse, revisar, discernir y continuar.
Y la propia buena nueva en la voz de un sacerdote destacó la parábola de la semilla de mostaza, en la cual Jesús se refiere al desarrollo de los talentos, de las cualidades, de las virtudes particulares y colectivas para ponerlas al servicio de los demás, siempre y cuando se «arrojen» en tierra fértil y sean cuidadas por el sembrador, «de día y de noche».
El padre Infante inició su reflexión en la misa con que todos los talentos de quienes están y siguen en Fe y Alegría «son el rostro del amor de Dios porque Venezuela no es una carga, es nuestra hermana», al mencionar antes la imagen de un niño que llevaba a cargo a su hermanita, afirmando que no era una carga que llevaba a cuestas.
Sueños que fueron semilla
«En Fe y Alegría hemos transitado una serie de tiempos, sueños que nacen con un pequeño acto de generosidad, una semilla que desató un gran acto de desprendimiento, un gran Movimiento conducido por el espíritu de Dios, dando y transformando vidas», siguió inspirado el jesuita durante la misa.
Rememoró los inicios de Fe y Alegría, en 1955, que calificó como nada fáciles como los actuales. «Entonces, Fe y Alegría comenzó donde termina el asfalto, nace en la casa del pobre, Abraham y Patricia, por la generosidad, también, de jóvenes de la Universidad Católica Andrés Bello, de benefactores, en esa noble misión de construir el país».
Recordó el último grito del fundador José María Vélaz, en 1985, el año de su muerte. «Su canto de cisne fue: atrevanse, atreavanse, a soñar, a construir», expresión que le permitió aterrizar a la actual situación dela educación venezolana al señlar que «hemos entrado en un deslave educacional en todo el país».
Habló de la condición económica de los docentes en todo el país; de la precariedad de las escuelas, de los resultados que dejó el estudio Sicodata de la UCAB. «Y digo estos datos porque los trabajadores de Fe y Alegría, aunque sacudidos y golpeados, siguen siendo fermento en la masa, sin discriminaciones, donde las escuelas sean para que los niños aprendan sin hambre, donde las escuelas recuperen su misión, que sean para aprender a educar y a vivir para la vida».
En medio de la tormenta con el corazón que late
Y sus reflexiones finales no pudieron tener un mejor colafón: «Para que en medio de esta tormenta que nos quiere apartar salgamos fortalecidos, como la semilla de mostaza que crece de tal manera que cobija a los pájaros, transformaremos al ecosistema, atrevámonos a soñar, que nos dejemos mover por la fuerza del espíritu para transformar la realidad».
Y culmina rememorando el canto del cisne de Vélaz: «Nadie nos puede quitar el derecho a soñar, a construir, Venezuela nos necesita, desde ese corazón que late, desde esos niños que nos animan cada día en nuestra cotidianeidad». Un atrevimiento que merece la Alianza por la Educación.
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