Numa Molina es sacerdote jesuita, teólogo y periodista que, desde el 2013, ha dedicado parte de su trabajo pastoral a la organización y acompañamiento de Ciudad Caribia, un complejo habitacional que nace como una propuesta del expresidente Hugo Chávez para hacer una ciudad modelo.
El proyecto incluía 12 etapas, de las que solo se construyeron tres, y luego de 13 años de trabajo pastoral y de organización social, se empieza a generar sentido de pertenencia entre las 3500 familias que habitan los 137 edificios que conforman el complejo habitacional, según explicó Molina en entrevista para el programa Háblame Bajito de Radio Fe y Alegría Noticias.
Ciudad Caribia alberga cinco comedores. “Todos atendidos por voluntarios -dice Numa Molina- hoy se preparan 1450 almuerzos que son entregados en su mayoría a viejitos”. Esta es la primera muestra de trabajo de gestión, organización de vecinos y acción pastoral.
El trabajo de las casas de alimentación parte de un censo que lleva adelante el comité multifamiliar de gestión de cada edificio, mientras las voluntarias de la comunidad administran los recursos, siempre ajustados, para asegurar un plato de comida hecho con amor, que a veces es entregado en la puerta de la casa, “porque son abuelitos y no pueden bajar” y “a veces hay que ayudarlos a llevarse el alimento a la boca porque están solos, sus hijos migraron, y no pueden valerse, y eso es hecho por voluntarios”.
Sostenibilidad en construcción
El proyecto no solo era un complejo habitacional, sino una ambiciosa ciudad que ofreciera vivienda, servicios y trabajo para los beneficiados. “Eso no se ha logrado. Hoy las personas que viven ahí salen todos los días a trabajar en Caracas”.
La ciudad autosustentable se va construyendo de otra forma. Por ejemplo, ahora hay 160 campesinos con parcelas que producen para consumo doméstico y para la venta de caraotas, pimentón, tomate, lechosa y parchita, y en las afueras se están dando pequeñas crías de pollos y cochino.
El parque industrial propuesto inicialmente en Ciudad Caribia para emplear a los damnificados de los deslaves de Vargas en 1999 y del 2010 en Caracas, se transformó. No está la fábrica de tanques, pero se está instalando una fábrica de lámparas y un supermercado con capital privado, un proyecto de psicicultura que lleva el ministerio, y se mantiene una fábrica textil que produce uniformes.
Hacer esta ciudad sustentable en el futuro cercano, para Numa Molina, está en alcanzar desarrollo turístico, agrícola y ecológico. “Hay que ver lo que es un atardecer en Ciudad Caribia. Este es un lugar muy bonito: tienes la montaña y a 850 metros tienes el mar, un clima muy fresco, porque la neblina de El Junquito cae después de las 4:00 de la tarde y la ciudad se llena de neblina. Es una belleza”.
Ciudad Caribia es la que le roba el sueño al padre Numa y es la consentida de entes del gobierno. Pero detrás de los privilegios hay un trabajo de organización y contraloría que ayuda a ganarse ese cariño. “De gente amiga de la ciudad y proyectos del gobierno que uno los pide y ven que vale la pena porque la comunidad está organizada, porque si no existe organización se pierde dinero público o privado”.
Un proyecto espiritual ignaciano
Un elemento que resalta en Ciudad Caribia es la espiritualidad. En el último año, con la elección de Consejos Comunales, se eligió un comité de espiritualidad y crecimiento humano, para la promoción de valores en la comunidad.
No todo es color de rosa. Hace dos años la inseguridad de la zona provocó sufrimientos como la intervención de la Operación de Liberación del Pueblo, también conocida como Las OLP. Hoy está controlado, aunque siguen luchando contra el microtráfico de drogas con sanciones que pueden llevar al desalojo del apartamento por parte de la autoridad única que dirige este distrito motor.
Mientras tanto, la comunidad junto a Numa siguen trabajando en espiritualidad y valores. “Cada terraza tiene un cartel con un valor asignado como parte de lo que tiene que cultivar y eso ha ido calando, el ver todos los días el cartel de amistad, solidaridad y honestidad”.
Si no hay un cambio en el corazón de la gente es difícil conseguir cambios externos y lograr otras cosas, reitera el padre, al tiempo que asegura que se han visto cambios en las personas y en la participación en la iglesia, asumiendo como cristianos en la práctica y todos los días.
“Esta espiritualidad no hace ruido, pero sale en el modo de actuar de la gente”, sentencia. Este es un sello del trabajo de Numa Molina que apuesta por hacer del proyecto social en Ciudad Caribia, un proyecto espiritual ignaciano.
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