Los olvidados 80 años de «el cantor del pueblo»

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Alí Primera
Cortesía

El hijo de Antonio Primera y Carmen Adela Rossell, Alí Rafael, cumpliría este 31 de octubre de este año sus 80 años. Pero pocos fueron quienes le recordaron en esta ocasión, salvo para alzar las banderas de ideologías poco vigentes.

Nació en Coro, estado Falcón, el 31 de octubre de 1942. A raíz de la muerte accidental de su papá en medio de un tiroteo que se produjo en un intento de fuga en la cárcel de la ciudad, a Alí le tocó fajarse duro con su mamá y sus hermanos. De ellos era el sexto y fue el último de esa unión.

Después de varios peregrinajes se establecieron en el barrio La Vela de Punto Fijo. Allí trabajó de limpiabotas, de mandadero y hasta practicó el boxeo.

En 1960 en búsqueda de mejoras en la calidad de vida él y su familia, se trasladaron a Caracas donde se inscribió en el liceo Caracas para completar su educación.

En 1964, tras culminar el bachillerato ingresó a la Universidad Central de Venezuela para estudiar química en la Facultad de Ciencias. Durante su vida universitaria, inició la carrera como cantante y compositor, primero como una diversión y paulatinamente, como una actividad a tiempo completo.

Sus primeras canciones, «Humanidad» y «No basta rezar», presentada esta última en el Festival de la Canción de Protesta organizado por la Universidad de Los Andes (1967), lo dieron a conocer con un inusitado éxito.

Luego fue bautizado como «el cantor del pueblo» porque cantaba y vibraba sobre los problemas sociales de su pueblo. Por eso sentía cómo golpeaba la lluvia en los techos de cartón, la pobreza de Mama Pancha y su familia en el campo, la vida de Flora y Ceferino, la de Ruperto, canción para los valientes, cuando las águilas se arrastren, yo no sé filosofar, ahora que el petróleo es nuestro, el sombrero azul, canción mansa para un pueblo bravo, entre muchas.

Alma nacional

El poeta Douglas Zabala escribió esto a propósito de este recordtario:

«Aveces pienso que todo el pueblo es un muchacho que va corriendo.
Tras la esperanza que se le va.
La sangre joven y al sueño viejo.
Pero dejando de ser pendejo.
Esa esperanza será verdad».

Alí Rafael Primera Rosell, de negra cabellera, ojos pardos, sensible y tenaz, de signo Escorpión y nacido un 31 de octubre de 1942. Un día nos contó que su primer contacto con la música lo tuvo en el vientre de su madre, y que su primer recuerdo de infancia le quedó del campo, con una mata de semeruco que acababa de dar sus frutos.

Hoy quisiéramos hablar de nuestro Alí, el cantor, el poeta y su clavel rojo, pero dejemos que sea él mismo quien nos exprese, no solo su canto, sino sus reflexiones, ahora tomadas de sus propios escritos, compilados y condesado en su libro “No solo de vida vive el hombre”.

Allí el otro Alí, el fajador por sus ideales políticos, nos narra cómo en una oportunidad estando preso junto a un grupo de estudiantes de la UCV, pudo constatar algo que lo marcaría para toda su vida: “la música cuando se pone a cabalgar en ella versos, donde el protagonista es el hombre hecho combate, cuando el amor que se nombra ya no es tan solo el individual, sino el amor solidario por todos los seres humanos, cuando el verso además de divertir proporciona elementos reflexivos, la canción se convierte en un arma popular”.

Alí Primera solía decir que era revolucionario y cristiano, por eso hizo de esa fe militante su credo:  «Creo en el canto, porque mi pueblo ha sobrevivido cantando, siempre. Creo en el canto, para que no nos llenen de silencios la esperanza. Creo en el canto, porque siempre ha navegado en las venas de esta tierra. Creo en el canto, por la necesidad de multiplicar y hacer inmenso el grito de los humildes. Creo en el canto todo luminoso y solidario».

Nos cuenta Alí que su primera canción la escribió estando preso en la temible Digepol, policía política del gobierno, y la tituló Humanidad: «humanidad, humanidad, hay motivos de alegrías, pero de tristezas hay muchos más. Pobre del niñito de la calle que sonriendo su carita pide una lochita para comer pan».

«¡No solo de vida vive el hombre!», fue uno de sus acostumbrados remitidos. En él, nuestro cantor se expresa tal como fue en toda su existencia.

“Siempre he enfrentado la vida con profundo agradecimiento de estarla viviendo. Contento de ejercer con plenitud y honestidad la hermosa tarea de poner en función del hombre y su combate, la canción que aprendí entre cantos de pájaros, los golpes de escardilla sobre la tierra seca, y la roja y silvestre cosecha de los semerucos, en mi amada Península de Paraguaná”.

Así era Alí, el del alma nacional, venezolano como el que más, y Paraguanero.