«¡Suerte, que vendan todo!»

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Foto: Isaura Ramos

Con cuatro meses de embarazo, Mirian Peña recorre los barrios de Guasdualito, en la frontera de Apure, vendiendo pan.

Su proveedor le deja 10 panes campesinos y junto a su esposo, caminan durante la mañana y la tarde, a pesar de la medida de confinamiento, para logra venderlos todos.

Se esconden por los barrios y recorren cuadras llaneras para ganar 500 pesos por unidad de pan, que representan al final del día, 5 mil pesos.

Tal vez no es suficiente para vivir pero es algo. “Con eso compramos para lo que nos alcance, un kilo de arroz y vamos poco a poco”, dice.

En las tardes se vende más que en las mañana, es por ello que Mirian y su esposo se arriesgan a salir para poder vender el pan y llevar sustento a su casa.

La pandemia tumbó las ventas y el negocio de Mirian

Con nostalgia, recuerda lo próspero de su negocio hace solo unos meses. Tenía un puesto de venta de productos y servicios a los viajeros en el Trasporte Páez, pero desde que comenzaron las medidas de confinamiento por la pandemia, no salieron más autobuses y su negocio quebró. Solo quedaron deudas.

«Es fuerte, cayeron las ventas. Hacíamos 20 y hasta 30 mil pesos al día en el Trasporte Páez y ahora 5 mil pesos que no alcanzan para vivir», relata.

Hacer largas caminatas no es fácil. El bebé que lleva en su vientre la fatiga y otras tres niñas que quedan en casa, pero Miriam se anima con la solidaridad de la gente y las buenas sorpresas que le deja el día.

«La gente compra el pan y siempre me dicen ‘suerte, que vendan todo‘», recuerda. «Si uno sale, trabaja aunque esté cansada. Nunca falta la comida en la casa», cuenta.

Hoy, además de sus ventas diarias, una organización no gubernamental que hace vida en la zona se percató de su situación y le dieron un aporte de insumos de aseo personal que no se esperaba, pero que suman como parte de las buenas acciones y la solidaridad que abunda en la frontera.