Parece una ecuación, pero no lo es. Este 2024 comienza acumulando muchas variables en torno a la situación venezolana. Tanto así, que de nuevo se abren las expectativas y el país regresa para ser el centro de atracción global por el cúmulo de noticias que se suceden día tras día.
Venezuela es noticia otra vez, como me comentó un viejo amigo muy vinculado a la diplomacia global, en estos días. Y es que luego de la firma del acuerdo de Barbados, nuevamente los radares están focalizados en hacer seguimiento a una situación de conflicto político que lleva más de dos décadas con muchos altibajos y consecuencias internas y externas.
Una variable que no hay que perder de vista en relación a Venezuela es la migratoria. Según el último estudio de la firma Poder y Estrategia, 9% de la población “tiene planes para irse del país”, esto significa nada más y nada menos que aproximadamente dos millones de venezolanos que sumados a los más de siete millones que ya han salido, puede constituir un aumento exponencial del impacto migratorio generado por Venezuela en los últimos años hacia toda la región.
La migración como fenómeno tiene también repercusiones hacia lo interno en lo económico, social y político cuyo despliegue de realidad sacude la cotidianidad de miles y miles de familias.
Descontento generalizado
El deseo de cambio es otra variable de amplias repercusiones. Una cifra que reúne a la gran mayoría de venezolanos independientemente de sus apegos o desapegos ideológicos. Es superior al 80%, reflejando el descontento generalizado con la actual situación del país. Es un dato para nada menor. Los impactos que esto puede tener en cualquier elección suelen ser realmente considerables.
La figura central que hasta ahora ha promovido ese amplio deseo de cambio es Nicolás Maduro, el actual mandatario del país. Los venezolanos le responsabilizan mayoritariamente de la crisis multidimensional que les afecta desde hace varios años y ha sido una constante que le ha costado revertir. Este año particularmente, Maduro necesita revertir esta variable en función de ganar competitividad y posibilidades en su intento de obtener la reelección presidencial por segunda vez.
La otra variable que caracteriza a Venezuela en este 2024 es la obligación constitucional de realizar una elección presidencial. Este año culmina el segundo mandato de Nicolás Maduro y a partir de enero de 2025, debe iniciar otro periodo. Estas elecciones han estado enmarcadas en la polémica pública porque a estas alturas no hay fecha ni cronograma electoral. Algo tan básico y necesario en un sistema democrático, se ha retrasado por el conflicto político.
Oportunidades
No obstante, en el marco del acuerdo de Barbados, lo más probable es que se realicen en el segundo semestre de este año, tentativamente en septiembre u octubre. Pero este dato es aún desconocido por los depositarios de la soberanía y electores que tienen el derecho y la responsabilidad de participar en ese proceso.
Si entremezclamos todas estas variables muy posiblemente podamos construir una ecuación, pero ante la multiplicidad de actores, intereses y caminos involucrados es una tarea harto difícil. Lo que si es cierto es que este 2024 será rico en oportunidades para construir caminos en favor de la recuperación del país.
Cuando se da un proceso electoral se debate entre la ciudadanía cuál modelo o alternativa debe ser escogida para que, con el mayor nivel de legitimidad posible, se les dé piso político a los gobernantes para que desarrollen las políticas públicas más adecuadas en función de mejorar las condiciones de vida de sus habitantes. Esta elección presidencial puede conjugar a Venezuela, la migración, el deseo de cambio y otras variables en una verdadera ecuación.
Piero Trepiccione es politólogo y coordinador del Centro Gumilla en el estado Lara | @polis360
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