Esta semana tuve la oportunidad de estar en la asamblea de centros sociales de los jesuitas en América Latina y el Caribe que se realizó en la hermosa población de Guadalajara de Buga en el gran Valle del Cauca, en Colombia.

Allí estuvieron presentes directores y representantes de unos 34 centros sociales esparcidos desde México hasta Chile, pasando por Honduras, El Salvador, Guatemala, Cuba, República Dominicana, Ecuador, Brasil, Argentina, Chile, Bolivia, Perú, Venezuela y, por supuesto, el país anfitrión.

Toda una experiencia maravillosa que nos permitió compartir algunos análisis sobre la realidad latinoamericana en la actualidad gracias al aporte de la Universidad Javeriana y el Cinep de Colombia; conociendo el estado de la democracia y el aporte al debate global sobre la misma y los avances del autoritarismo en la región.

Adicional a ello, se compartieron las experiencias particulares de cada centro en relación a lo micro y a lo macro, para tratar de articular las acciones de incidencia que permitan fortalecer la convivencia democrática en toda la región.

La magnitud de la esperanza

En el marco de la asamblea también se presentaron experiencias exitosas de acompañamiento a sectores campesinosindígenasmujeres y jóvenes que mostraron la magnitud de la esperanza en modelos alternativos al desarrollo que destacan en lo local.

De la mirada contemplativa a la realidad, ante la adversidad política y económica de la región, resisten y mantienen su calidad humana y tonalidad cristiana; su fe, bondad, resiliencia, solidaridad, temple y astucia para gestionar colectivamente los problemas que nos inspiran a seguir adelante en el fortalecimiento de los valores de la democracia.

Los procesos que acompaña la Red Comparte, el IMCA y testimonios que hemos conocido en esta asamblea, son un signo de esperanza que proclama que sí es posible una vida más justa y reconciliada para todos, cuando nos articulamos para caminar y actuar juntos.

La democracia tiene quien la defienda

Uno de los aspectos que más destacó en la asamblea tuvo que ver con el rol de la mujer transversalizado en múltiples aspectos de la vida en general. El protagonismo que ha venido ganando en variados espacios de liderazgo y trabajo en favor del bien común, es un elemento esencial para sumar matices de esperanza en un mundo convulsionado.

Y una de las reflexiones más importantes que destacó en la asamblea, fue la necesidad de mostrar los grandes logros de las experiencias pequeñas que muchas veces son invisibilizadas en las redes sociales y los grandes medios de comunicación, pero que son de una riqueza tan amplia capaz de potenciar narrativas que condensen la esperanza en favor de un mundo mejor.

El debate global está lleno de tendencias distorsionadoras de la realidad. La cantidad de desinformación ayuda a aumentar la confusión y en muchos casos, la polarización que termina debilitando a las democracias con mucha rapidez. Desde lo micro, desde lo comunitario, desde lo campesino, lo aborigen y lo popular, surgen voces que se resisten a ser comparsa del autoritarismo global. Es una poderosa señal de esperanza que hay que saber interpretar.

En conclusión, la democracia tiene quien la defienda aun en medio de las tendencias adversas que se visten de oveja en estos tiempos para “hacernos creer” cuán demócratas son aquellos a quienes hoy por hoy, les encanta apegarse al poder a toda costa, creyéndose indispensables y eternos para cometer cualquier tipo de abusos en contra del gran propietario de la soberanía.

Piero Trepiccione es politólogo y coordinador del Centro Gumilla en el estado Lara | @polis360

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