Este jueves 5 de octubre, el Gobierno de los Estados Unidos anunció, como resultado de un acuerdo con el Gobierno de Maduro, el reinicio de las deportaciones de migrantes irregulares venezolanos a través de vuelos directos hacia nuestro país.

En un comunicado oficial, el Departamento de Estado estadounidense afirmó que “la migración irregular es un desafío regional que requiere respuesta regional. A través del marco establecido bajo la Declaración de Los Ángeles sobre Migración y Protección, otros socios en todo el hemisferio también están implementando nuevas acciones para abordar este desafío, incluido el aumento de las repatriaciones de venezolanos y otros migrantes sin solicitudes de protección válidas”.

BBC Mundo subrayó la opinión de un alto vocero de la Casa Blanca que da cuenta de que tal decisión no es una medida unilateral, sino el resultado de un acuerdo: “A partir de hoy, los ciudadanos venezolanos que crucen ilegalmente nuestra frontera serán procesados y, si se descubre que no tienen base legal para quedarse, serán repatriados de vuelta a Venezuela… Esto se produce tras la decisión de las autoridades de Venezuela de aceptar de nuevo a sus nacionales”.

Acuerdo Estados Unidos y Maduro

La Cancillería venezolana confirmó el convenio de “repatriación ordenada, segura y legal de ciudadanos venezolanos desde los Estados Unidos” y sostuvo, en un comunicado divulgado en su página oficial, que “la migración venezolana de los últimos años es consecuencia directa de la aplicación de las medidas coercitivas unilaterales y el bloqueo a nuestra economía que se nos ha infringido de manera ilegal, ilegítima y reñida con el Derecho internacional y los postulados de las relaciones armónicas entre las naciones consagrados en la Carta de las Naciones Unidas”.

¿Qué decir en caliente, como Iglesia, ante esta decisión resultado de un acuerdo entre dos Estados?

En primer lugar, hay que aclarar que los más de 7,7 millones de venezolanos que han salido del país en los últimos 10 años, de los cuales se estima que 545 mil se encuentran en Estados Unidos, no pueden ser considerados migrantes voluntarios, sino migrantes forzados, por tanto, necesitados de protección internacional y amparados de facto por el “principio de no devolución”. En este contexto, una política masiva de deportación es contraria a los tratados y convenios internacionales en la materia e implica a ambos países en violación de los derechos humanos.

En segundo lugar, en este caso es evidente que la cuerda se rompe por la parte más frágil y quienes pagan las consecuencias de los acuerdos políticos entre ambos Estados son los más pobres y desamparados; seguramente, esta decisión se hará operativa a corto plazo, mientras el desbloqueo de los fondos humanitarios para atender a la población sigue trancado y engavetado.

En tercer lugar, este hecho muestra que la narrativa del Gobierno de Maduro, de que la raíz de todos nuestros males son las sanciones, está teniendo incidencia al interior de los Estados Unidos y, según esta perspectiva, la migración forzada masiva es el resultado de estas medidas.

Nosotros consideramos que las sanciones han profundizado nuestros males, pero no son la causa de la masiva migración forzada. Por tanto, es importante subrayar que el éxodo de venezolanos es anterior a las sanciones y son un indicador de la Emergencia Humanitaria Compleja, cuya raíz es la implementación de un modelo político inviable que ha deteriorado las condiciones de vida y ha hecho un daño antropológico inmenso. De igual modo, esta Emergencia Humanitaria Compleja se expresa en violación sistémica y sistemática de los derechos humanos y tiene como una de sus causas la corrupción y depredación del erario público, que ha hecho inviable la construcción del bien común.

Como compromiso, es decisivo que la sociedad civil y las Iglesias de ambos países hagamos causa común para revertir estas políticas que violan los derechos humanos de los migrantes forzados y pueden generar un efecto dominó en la región, que profundizaría la emergencia humanitaria.

Recordemos la voz de Dios que habla a la conciencia: “Era forastero y me acogiste” (Mt 25).

Revista SIC

Alfredo Infante sj es el Provincial de la Compañía de Jesús. @SICalfredo

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