¿Usted no conoce mujeres que se han separado de sus parejas por problemas de malos tratos, de necesidad de libertad para vivir con dignidad? ¿No ha visto en las noticias casos de femicidios, normalmente ocasionados por parejas o exparejas? Pues debe usted saber que se calcula que 1 de cada tres mujeres ha sufrido alguna vez en su vida violencia física o sexual. Dada la violencia contra la mujer, la ONU declaró el 25 de noviembre el Día Internacional de la erradicación de la violencia contra la mujer. El lema de este año: “Proteger a las mujeres y a las niñas no es un gasto, es una inversión”.
Según la ONU, se considera violencia contra la mujer, “todo acto que tenga como resultado el daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se produce en la esfera pública como en la privada”. Piense usted entonces si no hay muchos actos de violencia contra niñas y mujeres, con el agravante de que, debido a la cultura machista, hay comportamientos que se han vuelto “naturales” y no se reacciona frente a ellos, no se rechazan, pues.
El Observatorio Digital de Femicidios del Centro de Justicia y Paz (CEPAZ), tiene estos datos realmente graves: desde enero del 2023 hasta el 31 de julio de este año, ha contabilizado 160 casos de femicidios consumados, y 93 en grado de frustración, esto supone un promedio de un caso cada 19 horas. ¿No son datos muy serios como para generar respuestas de toda la sociedad y como para exigir políticas públicas de protección para las mujeres y las niñas de este país?
Y estamos hablando de casos en donde hay víctimas fatales, muertes. ¿Y todos los casos de abuso, golpes, gritos, amenazas? Hay que recordar que toda violencia deja secuelas, y si no se trata, las secuelas se profundizan.
La equidad de género hay que trabajarla en el hogar y en la escuela. Por ejemplo, el reparto equitativo de tareas domésticas, no tienen estas que recaer casi exclusivamente en la madre y en las niñas de la casa. El tema del respeto mutuo hay que trabajarlo en la escuela desde la educación inicial, no hay que esperar la adolescencia, por ejemplo. Nada de esas afirmaciones machistas como tildar de “niña” al varón que llora ante un golpe, eso en los pequeños, por ejemplo. O la de calificar de “macha” a las niñas y jóvenes valientes, como que si las mujeres fuéramos cobardes. Y por eso, pensamos que los chicos y los hombres adultos, también deben formarse para erradicar toda violencia contra la mujer, no hay que esperar femicidios.
Pero luego, ya fuera de la escuela, la sociedad tiene que prevenir, atender, defender a las mujeres que manifiesten estar en riesgo o que ya hayan sufrido algún tipo de violencia. En Venezuela existe la Ley Orgánica sobre el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia (2007) poco conocida y menos aplicada. Se supone, además, que en los municipios deben existir casas de abrigo para casos extremos en donde la mujer pueda estar en riesgos extremos, ¿Cuántas existen? Que nosotros sepamos, solo en dos ciudades.
Afortunadamente hay ONGs que se están ocupando de este tema, como el Observatorio digital de femicidios, del CEPAZ, ya citado; o @Rednaranja, o @Mulier, por citar algunas. Fe y Alegría tiene un programa para formar madres que contribuye a que aumenten su autoestima, y sepan que tienen derecho a vivir en paz. La ONU tiene su departamento de ONU mujeres para promover la igualdad.
Hay mucho qué hacer, lo que no se puede es mirar como “normal” que la mujer sufra por violencia, o pensar que “no se puede hacer nada”.
Luisa Pernalete es coordinadora de la iniciativa Madres Promotoras de Paz y pertenece al Centro de Formación e Investigación Padre Joaquín de Fe y Alegría Venezuela.
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