El Papa pide por los que están en el timón de la pandemia

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Foto: Vatican News

En la bendición Urbi et Orbi especial y extraordinaria de este viernes 27 de marzo, el Papa Francisco no solo pidió por los enfermos del Coronavirus sino también por las personas que son «corrientemente olvidadas que están en el timón de la barca en estos momentos de crisis sanitaria por la pandemia».

Clara alusión a los médicos, enfermeras, bioanalistas y todo el personal de salud que prestan un servicio «silencioso», y muchas veces no reconocido, en todo el mundo ante el avance de la pandemia.

Meditando sobre el evangelio de San Marcos, en su capitulo 5, versículo 35, leído antes de la plegaria, Francisco reflexionaba sobre la sorpresa mundial que a todos nos tomó por desprevenidos.

“Al igual que a los discípulos del Evangelio, nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa. Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos”. 

El Pontífice también que “nos encontramos asustados y perdidos”. Pero en esta barca “estamos todos…al igual que esos discípulos, que hablan con una única voz y con angustia dicen: “perecemos”, también nosotros descubrimos que no podemos seguir cada uno por nuestra cuenta, sino sólo juntos”.

Desde el atrio de la Basílica de San Pedro, y antes en una plaza del vaticano totalmente vacía, presidió este momento extraordinario de oración convocado por él mismo el domingo ante la emergencia sanitaria por el Coronavirus.

Jesús calma la tempestad

En esta reflexión evangélica habla de que “la tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, proyectos, rutinas y prioridades”.

Para Francisco, la tempestad también nos muestra “cómo habíamos dejado dormido y abandonado lo que alimenta, sostiene y da fuerza a nuestra vida y a nuestra comunidad” y pone al descubierto “todas esas tentativas de anestesiar con aparentes rutinas “salvadoras”, incapaces de apelar a nuestras raíces y evocar la memoria de nuestros ancianos, privándonos así de la inmunidad necesaria para hacerle frente a la adversidad”.

Prosigue indicado que esta tempestad también nos quita el “maquillaje” de los estereotipos con los que disfrazábamos nuestros egos siempre pretenciosos de querer aparentar y deje al descubierto “esa (bendita) pertenencia común de la que no podemos ni queremos evadirnos; esa pertenencia de hermanos”.

No hemos escuchado el grito de nuestro planeta enfermo

El Pontífice también ha elevado una súplica en estos momentos de prueba. «Mientras estamos en mares agitados, te suplicamos: “Despierta, Señor””.

Asegura que hemos avanzado rápidamente, sintiéndonos fuertes y capaces de todo y codiciosos de ganancias. “Nos hemos dejado absorber por lo material y trastornar por la prisa”.

Es en este instante en el que el Papa, dirigiéndose al Señor, asegura que “no nos hemos detenido ante sus llamadas”, tampoco “nos hemos despertado ante guerras e injusticias del mundo” ni “hemos escuchado el grito de los pobres y de nuestro planeta gravemente enfermo”. De hecho, dice, “hemos continuado imperturbables, pensando en mantenernos siempre sanos en un mundo enfermo”.

Al final de su reflexión, el Papa ha pedido al Señor que bendiga “al mundo”, de salud “a los cuerpos” y consuele “los corazones”. “Nos pides que no sintamos temor, pero nuestra fe es débil y tenemos miedo” ha concluido.

Insistió en que la oración y el servicio silencioso son nuestras armas vencedoras. «Tenemos un timón: en su Cruz hemos sido rescatados. Tenemos una esperanza: en su Cruz hemos sido sanados y abrazados para que nadie ni nada nos separe de su amor redentor”.

Con información de Vatican News