En muy diversos foros y chats se viene discutiendo sobre la película “Simón”, la opera prima de Diego Vicentini. Junto a las virtudes del filme, que las tiene, y las emociones que despierta, que son muchas, una línea de discusión está centrada en el por qué el poder del chavismo, tan asociado a la censura, ha permitido su proyección.

En este texto no me detendré en hablar de la película, un estupendo artículo de Aquilino José Mata, en El Estímulo, se explaya en detalles sobre esta producción venezolana, que viene a romper varios paradigmas.

He asistido al menos a unos cuatro debates, algunos más intensos que otros, entre venezolanos (dentro y fuera del país) relacionados con la comunicación social y con el mundo del cine. La pregunta que no pocos se hacen es por qué estamos viendo en las salas comerciales del país una película como “Simón”, dado que esta producción deja bastante mal parado al régimen de Nicolás Maduro.

Hace algunos años, cuando escribía un libro sobre la censura en Venezuela en los primeros 20 años del chavismo, que publicó la editorial Alfa en 2019, me resultó crucial la lectura del libro “Contra la censura: ensayos sobre la pasión por silenciar”, del laureado escritor sudafricano John Maxwell Coetzee, quien obtuvo el premio Nobel de literatura en 2003.

No haré aquí ninguna cita del libro, pero una idea que me quedó flotando de aquella lectura es que los regímenes autoritarios, aquellos que buscan silenciar las voces disidentes, siempre dejan algún espacio de libertad, permitida y limitada, y siempre y cuando esa expresión no represente un peligro para la preservación del poder autocrático.

Simón es una película valiosa, bien hecha, pero su exhibición en el país no es ni será masiva. Las salas de cine en el país están en mengua, salvo por el exitazo que fue “Barbie”, y entre quienes asisten a las salas de cine en Venezuela existe una cierta distancia, recelo, a lo que son las películas venezolanas. Hay una mutua desconexión, histórica (salvo excepciones) entre el publico venezolano y el cine venezolano. Además, estar en una sala de cine, cargado de chucherías (como hace el público venezolano) se asocia con evasión, no con sumergirte en la realidad.

Una segunda idea de Coetzee que me quedó dando vueltas tiene que ver con la adaptación de los mensajes en contextos de censura. Quienes se expresan dentro de sociedades controladas y tienen posibilidad de hacer públicas sus ideas y opiniones, por lo general y de forma consciente e inconsciente sabes cuáles son los límites que no deben cruzar.

Mi lectura es que Simón muestra una cruda realidad, por ejemplo de la represión, pero en un marco de lo ya conocido y documentado por los organismos internacionales de derechos humanos, en particular no dice nada diferente (ni tiene porque decirlo) a los contundentes informes de la Comisión de Verificación de los Hechos de la ONU. El chavismo ha asimilado los señalamientos que se le hacen por crímenes de lesa humanidad y en ese sentido la película se inserta en un circuito de mensajes que no son novedosos para el chavismo.

Finalmente, me adentro en una hipótesis de orden político en relación con la proyección de Simón en Venezuela. El meollo central de la película es la derrota. El protagonista, anclado a un momento histórico cierto, las protestas de 2014, termina simbolizando la derrota política de una generación de jóvenes que, por causas muy diversas, apostaron a la protestas en las calles como una vía para generar un cambio en el país.

La derrota que termina aceptando Simón, y ésta vez hablo del personaje central, da una conclusión dolorosa, pero también cierta. El chavismo como poder dictatorial se impuso, doblegó a la sociedad democrática e incluso cooptó a factores que debieron jugárselas por el cambio democrático.

Simón, como película y como documento audiovisual de una época, muestra la derrota de los demócratas y la victoria de los torturadores y autócratas. Políticamente no perjudica a quienes ocupan y esperan perpetuarse en el poder. Allí está una clave de peso. El mensaje que deja el filme es que quienes ocupan el poder harán todo lo que esté a su alcance, incluso sacrificar vidas humanas, para permanecer en el poder. Mostrar esa cara del chavismo, en verdad, no les perjudica, es al contrario un mensaje afín a sus propósitos.

Andrés Cañizález es periodista y director de Medianálisis. @infocracia

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