2024. Este año, que recién comienza, está llamando a elegir a casi la mitad de la población en el mundo. Se ha dado una coincidencia importante en un marco donde la confrontación global entre democracia y autoritarismo está más abierta que nunca.

Si a esto le añadimos los conflictos bélicos y las fuerzas irracionales que están azuzando las diferencias en múltiples lugares, tenemos una especie de coctel explosivo que nos lleva a una verdadera encrucijada civilizatoria.

Países como India, Estados Unidos, Rusia, México, Venezuela, Taiwán, El Salvador, Uruguay, Panamá, República Dominicana y alrededor de un tercio de países del continente africano donde, por cierto, han estado muy calientes los golpes de Estado durante todo 2023 y que han marcado una nueva geopolítica demasiado difusa, se abren a elecciones de carácter presidencial o ejecutivo.

Estos territorios comprenden alrededor de la mitad de la población mundial, una cifra por lo demás altamente significativa y que involucra a tres de los países que hoy por hoy tienen o tendrán un importante peso en la geopolítica global: India, Estados Unidos y Rusia.

También la Unión Europea tendrá su mega elección para la Eurocámara, algo que marcará su rumbo de actuación internacional con enorme incidencia en la geopolítica global. Brasil y Chile tendrán comicios locales que pueden marcar el rumbo de sus respectivos gobiernos y sus dinámicas de poder. Total, un balance electoral que más que los resultados, serán los procesos que enmarcarán las disputas entre diferentes voces y tendencias alrededor del planeta.

Este año megaelectoral también se verá influenciado por el enorme avance de las redes sociales y los nuevos formatos de comunicación, a la par, por la potenciación del fenómeno de la desinformación que ha venido impactando en múltiples dimensiones las tendencias de opinión pública locales y nacionales.

Ni que decir acerca del contraste de modelos de convivencia ciudadana aproximados a la democracia o al autoritarismo. Y la fuerza de la polarización “procesada” y “alimentada” por el fácil acceso a las nuevas tecnologías de la comunicación, disponibles a muy bajos costos o de manera casi gratuita, por los diferentes factores de poder.

La coincidencia de tantos procesos electorales en un año en particular, y con unas circunstancias especiales, marcarán una encrucijada en el terreno civilizatorio global. Con los conflictos en Ucrania y Gaza, más la serie de escaramuzas promovidas por intereses oscuros que quieren llevar en alzada la guerra a muchos otros lugares, tendremos una prueba de fuego entre la democracia y el autoritarismo.

El trasfondo de todo parte de allí, de la manera en que regulamos la vida en comunidad. Donde la ley esté por encima de todos o la voluntad unipersonal sea la que defina el rumbo.

En ese sentido, 2024 tendrá un sello demasiado importante para las próximas décadas. Si el autoritarismo aparece con fuerza en estos procesos comiciales, debilitándolos con descrédito y desinformación, la polarización se enfocará directamente en promover severas derrotas a la democracia como forma de gobierno.

Por el contrario, si estas elecciones aúpan la participación ciudadana y el interés colectivo por los asuntos públicos, la democracia recuperará un terreno importante que pudiera estimular una nueva ola de democratización en todo el mundo.

Por eso, este año va a pasar a la historia por el rumbo que se marque en el terreno electoral. Ni que decir de los cambios geopolíticos que tendremos a partir de los signos ideológicos que tengan las personas electas como jefes de gobierno en tan importantes países.

Piero Trepiccione es politólogo y Coordinador del Centro Gumilla en el estado Lara. @polis360

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