En medio de la crisis de efectivo y las debilidades de las modalidades de Pago Móvil por fallas de conectividad, las bodegas populares luchan por subsistir en Maturín, capital de Monagas.
Aun cuando muchos de sus dueños han migrado al Pago Móvil, éste no es una garantía para poder operativizar los pagos. Ante este duro panorama, optan por tener registro en varios bancos y operadoras, estas medidas han tenido que ser adoptadas para subsistir ante la falta de bolívares circulantes para que los vecinos puedan comprar productos en las bodegas de sus comunidades.
La lucha diaria con la divisa que varía hasta dos veces por día es otra desventaja ya que la mercancía varía de precio y reponerla implica que el bolívar no se devalúa ya que la mercancía se adquiere al precio actualizado de la divisa, pero el 90% de las ventas se hacen en bolívares y por pago móvil o transferencia.
Lorianny Rodríguez es dueña de una bodega en la comunidad Guarapiche 2 en Maturín y de las ventas que generan depende la economía de su familia.
“Es muy difícil trabajar de esta manera porque como todos sabemos uno compra a un precio y en la tarde ya tiene otro precio. Uno trabaja con el diario que produce y eso nos obliga a aumentar también los productos para no descapitalizarnos porque sino nos toca cerrar”.
En su bodega el pago móvil es la forma de pago más viable. “Puro pago móvil y no es fácil porque también falla la señal de las operadoras, a veces el mensaje no sale o no llega la confirmación del pago y toca entrar directamente al banco y es complicado. Muy poco es el vecino que paga en efectivo, uno que otro llega con dólar y se lo recibo al precio que esté en página”, afirma.
En estas bodegas los productos que más se venden son los de la canasta básica arroz, pasta, harina precocida, azúcar, café, huevos, salchichas.
La modalidad de “teticas” o venta de los productos en gramos es una constante, ya que no siempre un vecino puede adquirir el producto por kilo.
La crisis acabó con el “fiao” y el “anótame para fin de mes”
El pago es inmediato porque si no se pierde. Esa lección la aprendió Loreanny Rodríguez a punta de pérdidas.
“Si me piden un producto y me dicen para después no puedo permitírmelo porque cuando me lo pagan ya he perdido y no puedo reponer, es duro porque son mis vecinos y uno entiende que esta dura la vida pero mi bodega es el sustento de mi familia”, asegura.
Solo un grupo selecto de sus vecinos tiene crédito pero deben comprometerse a cancelar el producto al precio fijado el día que puedan cancelarlo.
Es un grupo muy reducido el que en los tiempos que se viven puede permitírselo.