Si la educación es un derecho humano y social, es también un deber fundamental, lo que implica que todos somos corresponsables y debemos colaborar para que este derecho se cumpla. Esto supone que todos debemos levantar nuestras voces y unir nuestras manos para rescatar a la educación y garantizarles a los educadores un salario que les permita vivir con dignidad, ejercer con buen ánimo su profesión y seguirse formando.
La defensa del derecho a la educación para todos se convierte en el deber de todos de hacerlo posible. Resulta de un gran cinismo proclamar derechos y mantener unas condiciones de vida que impiden su realización. Mientras no pasemos de los derechos a los hechos, seguiremos aturdidos por una retórica complaciente, estéril y empobrecedora.
De ahí la necesidad de apoyar a los educadores que han salido a la calle a exigir sus derechos pisoteados. Los padres deben comprender que su deber es apoyar a los maestros que gastan su vida por el bien de sus hijos.
Y una pregunta a los colectivos que salen a reprimir las marchas pacíficas de los maestros: ¿Acaso ustedes no quieren buena educación para sus hijos? Y ¿es posible buena educación con maestros frustrados, maltratados y con hambre?
Antonio Pérez Esclarín es educador y Doctor en filosofía. @pesclarin
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