Salvar la República

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Antonio Pérez Esclarín

No entiendo cómo los que nos gobiernan siguen aferrados a un poder que no han sabido ejercer, que ha convertido  al país más próspero de Latinoamérica en el más miserable, y que ocasiona incontables sufrimientos a la  inmensa mayoría, especialmente a las poblaciones más pobres y vulnerables a quienes dicen servir. ¿Habrá alguien que confirme  que es esta la Venezuela que quiere? Cuando afirman que hay que defender la revolución a cualquier precio, ¿de qué revolución hablan? ¿Cuáles son los logros de esa revolución? ¿Pueden señalar una sola cosa que funcione?

La supuesta Revolución Bonita ha dejado al país tan feo y  destruido,  que millones huyen de él como de una peste. Venezuela luce   saqueada, destrozada. Las políticas de inclusión resultaron  mecanismos eficaces para excluir a los que no quieren doblegarse.  La retórica anticorrupción  ha servido para alimentar las conductas inmorales y convertirnos en uno de los países más corruptos del mundo.  La Revolución del Amor sembró la división y el odio y  terminó por  convertirnos en uno de los países más  inseguros del mundo, donde impera la violencia, la inseguridad, la impunidad.  La propuesta  del hombre nuevo  ha multiplicado los pranes, los delincuentes,  los colectivos y grupos guerrilleros y  paramilitares.  Los militares que se siguen llamando hijos del Libertador y hablan de estar gestando una nueva independencia, no son capaces de expulsar a las guerrilla ni los grupos paramilitares   de nuestro territorio.

Las  expropiaciones  en pro de la productividad y la soberanía alimentaria nos trajeron  escasez, desabastecimiento y hambre.   ¿Dónde quedaron las empresas estatizadas,  los fundos zamoranos, los gallineros verticales, las areperas socialistas, los huertos hidropónicos, la ruta de la empanada, las cooperativas productivas, los mercales y mercalitos,  el bolívar fuerte y el bolívar soberano? La PDVSA del pueblo terminó   quebrada y destruida, hasta el punto que en el país con las mayores reservas de petróleo no tenemos gasolina, gas ni gasoil.  

 ¡Basta ya de políticas y actitudes que siguen agravando la enfermedad! La situación es insostenible, no aguantamos tanto dolor inútil y queremos soluciones. Venezuela agoniza y es urgente que todos los que la amamos abandonemos radicalismos estériles y nos unamos para salvarla.  El amor a Venezuela, y sobre todo a los venezolanos que sufren, debe imponerse a cualquier cálculo egoísta o a cualquier política dilatoria y engañosa. Tenemos el deber de entendernos, lo que pasa por respetarnos y analizar críticamente presupuestos y posturas que parecen irrenunciables e impiden la búsqueda de soluciones. Si bien hay que garantizar las libertades políticas y de los políticos, ¿en verdad las sanciones están acorralando a  Maduro y a los suyos? ¿Sufren ellos las consecuencias? Ciertamente, nos están perjudicando a las mayorías, pero ¿no le están dando  una excelente excusa al Gobierno para tapar con ellas su incompetencia y justificar sus extremismos? Porque, según ellos, todo se debe a las sanciones: si no hay vacunas, gasolina, comida, agua, luz, internet, medicinas, la culpa es únicamente de las sanciones.

Es la hora del diálogo y la negociación sinceras. Si la República agoniza, no podemos seguir distraídos en asuntos menores, ni dando largas a la medicina necesaria, por amarga que sea.  Es la hora de aclarar quiénes están dispuestos a salvar a Venezuela o meramente quieren salvarse ellos. A quiénes les duele el sufrimiento de las mayorías o pretenden seguir  aprovechándose de él.