Cuando la pandemia del Coronavirus Covid-19 hace estragos en todo el planeta, a nuestra patria la toma en el peor momento. Con una población desprotegida, un sistema precario de salud y sin reservas de ningún tipo.
La monumental destrucción nacional tiene que ver con tres aspectos básicos que el régimen desconoció: gobierno, estado y mercado.
El gobierno según el artículo seis de la Constitución es democrático, electivo, plural, alternativo y de mandatos revocables. Resalta el carácter transitorio que la Carta Magna asigna al gobierno, hoy convertido en permanente. La administración pública se hizo partidista. El ejemplo más patente fue PDVSA, que se convirtió después de ser una empresa profesional en “roja rojita”, lo que trajo su destrucción.
Lo mismo sucedió con todos los ministerios, empresas públicas y del estado. En este sentido se han violado de manera reiterada los artículos 145 y 146 de la Constitución.
En cualquier manual de derecho Constitucional queda claro que el jefe del Estado es el responsable de la unidad nacional. La división institucional que sufre Venezuela tiene su causa en el sectarismo oficial y en la persecución de la oposición, el atropello permanente a la disidencia y los más de 300 presos políticos. El Estado desde el punto de vista de la doctrina tiene un carácter permanente, junto a la administración pública y el gobierno alternativo. Gobierno y oposición, gobernantes y gobernados somos iguales de acuerdo a la ley y tenemos los mismos derechos y deberes.
Lo mismo sucede con la Constitución económica.
El Banco Central tendría que ser un ente independiente y autónomo. Como responsable de la política monetaria no podía emitir dinero inorgánico, ni financiar déficit público alguno. Haciendo lo contrario que dice la ley caímos en el abismo de la hiperinflación.
A colación viene el tema del mercado. Cualquier persona que haya estudiado los principios y las leyes económicas entiende que nada actúa más eficientemente que “la mano invisible” del mercado. Cuando desde un gobierno se perturba la acción del mercado se daña la economía. La actuación tiene que ser para lograr un mercado lo más perfecto y competitivo posible, sin monopolios y oligopolios.
Tanto mercado como sea posible y Estado como sea necesario.
Creer que con políticas populistas extremas se podía continuar de manera indefinida en el poder es un gran error. Paso lo que tenía que pasar, el gobierno, estado y la economía colapsaron. El barco se hundió y el rescate está cerca.
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