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Es innegable la invaluable trayectoria humana, profesional y académica que caracteriza la figura insigne del docente, que lo convierte por antonomasia en una genuina reserva moral de la institución educativa y del Estado venezolano en toda su estructura funcional; por lo que las  exigencia morales y el compromiso ético se afincan en que se les reconozca su esfuerzo, trabajo, dedicación y vocación de servicio; y por consiguiente  que sean valorados y justamente remunerados por las instancias competentes gubernamentales.

“Me enorgullece ejercer la digna profesión de docente, debido a que su desempeño se lleva a cabo en un escenario maravilloso donde se trabaja vocacionalmente en la formación de seres humanos integrales. No ocupo cargo de jefe pero los alumnos me consideran un líder y modelo a seguir. No discrimino, porque doy amor a todos por igual. No soy psicólogo pero puedo hacer que los estudiantes crean en sí mismo. Mi horario de trabajo es indeterminado, pues mientras cualquiera puede realizar otra actividad que le obligue o le plazca, la mayoría de los docentes estamos estudiando, investigando, planificando y participando continuamente en el proceso de aprendizaje significativo de nuestros “hijos infinitos”: los estudiantes. ¡Que vivan los docentes!, porque todo profesional o cualquier oficio que realiza alguna persona tuvo que haber recibido las enseñanzas y las orientaciones de vida por parte de docentes, profesores o maestros”.

Fuente: Docente anónimo

La “Universidad tiene dos dimensiones conjugadas que son la de una comunidad formada por los universitarios y la de una institución con ciertas particularidades que permiten considerarla una institución universitaria”. Y en efecto, sin una comunidad académica con intereses comunes la institución universitaria “sería un cascarón vacío”, pero igualmente sin su autonomía consolidada “adelantaría una vida muy distinta o simplemente dejaría de existir”, Mockus (1987).

Así mismo, los postulados teleológicos establecidos en los primeros seis artículos de la Ley de Universidades de Venezuela, encuentran en gran parte sus cimientos epistemológicos, ontológicos y axiológicos en el nacimiento y desenvolvimiento de las primitivas instituciones universitarias que datan del siglo XII, denominadas “Studium Generale” o “Universitas Magistrorum et Scholarium”, donde el sistema paradigmático de valores  o la cosmovisión dependían de la autonomía,  consustanciado intrínsecamente con otras categorías socioculturales tales como educación y academia (Powicke & Emden, 1958).

Consiguientemente, el 05 de diciembre de 1958 el Presidente de la Junta de Gobierno y profesor universitario de la UCV, Edgar Sanabria, decretó la Ley de Universidades. Desde ese entonces por resolución conjunta  de la Federación de Profesores Universitarios de Venezuela (FAPUV) y el Consejo Nacional de Universidades (CNU), se celebra cada año  el día del profesor universitario, y es una oportunidad para rememorar que la autonomía  de las universidades es un compromiso ineludible del Estado  venezolano y de sus comunidades académicas con la institución.

Sin embargo:

“No puede haber paz en los profesores venezolanos cuando cada vez más los cercos de las políticas gubernamentales van cercenando, desapareciendo, desvaneciendo las potencialidades de aquel desarrollo plasmado en la Constitución;  sus salarios no alcanzan para vestir, educar, alimentar y dar seguridad, vivienda a sí mismos y a su propia familia; la precariedad acentuada de los sistemas de seguridad social;  los vociferados aumentos salariales causan congoja porque se pulverizan ante la galopante hiperinflación; se les restringe la salida del país para compartir saberes con sus pares; muchos se regresan porque no han obtenido dólares…

Los préstamos de las cajas de ahorros se hacen insuficientes, las renuncias de los profesores proliferan por doquier, los concursos quedan desiertos al no vislumbrarse perspectivas de desarrollo en nuestras universidades; las convenciones colectivas que constriñen la verdadera esencia del ser profesor universitario; las restricciones para acceder a equipos, bienes, materiales y libros bien por sí mismos o por carencia de las propias universidades al verse estruendosamente limitadas por un presupuesto asignado, sujetas a la dañina práctica gubernamental de los créditos adicionales que impiden algún atisbo de planificación; a lo cual se une la notable y acentuada deserción de nuestros estudiantes quienes emigran en búsqueda de otros horizontes que les permitan vivir dignamente y alcanzar sus sueños…

Así, las universidades van quedando desoladas de intelectualidad, del debate crítico reflexivo que alimenta el crecimiento del conocimiento y del saber, erigida raíz fundamental de nuestra acción como profesor, oficio o actividad, evocando aquellos artesanos, que hemos escogido libremente como fuente para el desarrollo personal, regional y del país, siendo protagonistas de la formación intelectual, profesional y hasta personal de la maravillosa masa estudiantil que viene a nuestra UNET, con sus ilusiones, transparencias y alegrías juveniles.

Por el contrario, como antítesis al camino de la paz, los profesores invertimos tiempo inútil en largas colas para surtirnos del más mínimo suministro elemental.

Para que se constituya una situación de paz tiene que cumplirse los derechos humanos, según esta perspectiva, la paz es el presupuesto necesario para el reconocimiento y la efectiva protección de los derecho humanos de los profesores universitarios venezolanos tan mancillados hoy día. La paz debe abarcar lo necesario para que los profesores alcancen su plena realización, como lo dice nuestro Código Civil, el derecho al desarrollo libremente de su propia personalidad; la paz exige la satisfacción de las necesidades básicas humanas que coinciden con la realización o alcance de los derechos humanos…” (a)

Finalmente se recalca, que en el mediano plazo se proyecta la posibilidad de neutralizar los efectos del patógeno inducido (covid-19), lo que nos obliga a tomar previsiones sensatas y gestionar acciones consensuadas en el ámbito y responsabilidad que nos corresponde, de forma que nos permita “sembrar en tierra fértil”. Por tanto lo opuesto a ello son decisiones también contrarias a la integridad humana y espiritual de los actores universitarios. Entonces, la “nueva normalidad de la vida universitaria” (NNV-Universitaria) o antes  que pretender  reiniciar la actividad docente en función de procesos educativos bajo la modalidad virtual, se debe esclarecer o clarificar las condiciones básicas sobre las cuales se sustentará lo “sembrado”:

Uno: Reconstrucción de las infraestructura universitaria (mínimo 5 mil millones de dólares) partiendo de la formulación, evaluación y ejecución  de un “Plan Integral” (PIRU).

Dos: Estructura salarial indexada partiendo de un salario mínimo vital equivalente a 1.500 dólares.

Tres: Contar con un modelo de educación virtual a distancia (EVAD) a desarrollarse  por etapas. Referencia 2: https://bit.ly/3f2Wrnr

Cuatro: Conflictividad política irracional cero, en el sentido que los representantes gremiales y sindicales al igual que las autoridades universitarias basen su accionar en los postulados de la política universitaria y no en la política partidista, pero también que el gobierno nacional deje a un lado el empeño de considerar a las universidades como enemigas políticas y  cumpla con la obligación constitucional de apoyar y aportar los recursos a favor de la gestión institucional universitaria.

Cinco: Cumplir a cabalidad la “parábola del sembrador”, es decir, hacer prevalecer la palabra viva y sagrada de Dios, fuente de sabiduría y de verdad. Todo el conocimiento científico y el poder político no tienen fundamento sin el aprendizaje significativo proveniente del Evangelio.  Referencia 3:https://bit.ly/3jAAf7v

(a) Dra. Nuñez Maldonado, E. Discursocomo oradora de orden. Acto central con motivo del XLI aniversario de la Asociación de Profesores de la Universidad Nacional Experimental del Táchira (Apunet). Martes 5 de diciembre de 2017.

Fuente: “Perspectiva Económica y Académica Contemporánea”. UNET. Años: 2018 al 2020.

Pedro Morales | [email protected] | @tipsaldia