La neuroteología o neurociencia espiritual como disciplina científica que contribuye a elevar el valor epistémico de la experiencia religiosa y la espiritualidad, ha centrado su línea de investigación en estudiar la intersección entre el cerebro y la religión, es decir, la existencia de Dios en el lóbulo inferior del ser humano (relacionado con el procesamiento de la audición, la memoria y las emociones).
De manera que la fe, como componente de las tres virtudes teologales (fe, esperanza y caridad), es posible acrecentarla y consolidarla mediante un proceso comunicacional basado en la sensibilización, formación e información, que permita alcanzar el estatus de homo spiritualis, al revertir la sempiterna problemática afín a la incredulidad, asociada al homo sapiens, fruto de los bajos niveles de conciencia, pero también de la mentalidad materialista, mecanicista y factualmente cientificista, siempre presentes en el homo economicus durante toda la historia del pensamiento económico o de la economía política. (a)
Por otra parte, las concepciones evolucionistas y creacionistas tienden a converger, acarreando que “todo dependa de todo”, a su vez con un origen común, por lo que en la medida que se tienda a una situación conformada por múltiples escenarios posibles, cualquiera de ellas seleccionada, tiene una razón de ser primitiva u originaria: Dios. En la actualidad se considera como un hecho científico, que el universo tiene múltiples historias, y en consecuencia la realidad terrenal, en todas sus dimensiones (incluida la generación y gestión del conocimiento de la economía y la política, etc.), se equipara a esta formulación (Feynman, 1948).
Asimismo, de los postulados de la teoría de la relatividad especial (1905) y general (1915) de Einstein, también generalizada a todas las áreas del saber, ningún evento o suceso sigue un comportamiento lineal, por lo que el marco de referencia de cualquier observador en su análisis de tal o cual hecho, fenómeno o situación, se encuentra establecido en un sistema de cuarta dimensión tiempo-espacio, que está condicionado por una parte, por el desarrollo de sus habilidades de pensamiento, por lo que su perspectiva o conocimiento que pueda lograr, está en función no solo de su nivel cognitivo alcanzado, sino también de la posición que ocupa en dicho escenario.
En conclusión:
Somos multidimensionales, y en cualquiera de las direcciones que profundicemos, encontraremos que las fronteras se van ampliando aún más de manera inalcanzable, de modo que tenemos que aceptar, que siempre habrá un más allá inaccesible para el ser humano donde se encuentre el origen y la explicación de todo. Esto lo sabemos desde que tuvimos conciencia, porque se trata de una realidad constitutiva y única de nuestro ser. ¿Cuál?, que hemos sido creados por amor, por Dios, que tal como nos lo revela Jesucristo, nuestro Salvador.
Y esta realidad es “la piedra que desecharon los constructores”, es decir, la base en la cual hemos de edificar y explicar nuestra historia. Sin ella nada tendría sentido. En cambio con ella todo se explica y todo se ordena. Con ese propósito mandó Dios a su único Hijo, porque es conocerle y creer en él que alcanzaremos la vida eterna, para lo cual fuimos creados. Por tanto, conocer y creer en Cristo exige una metanoia, cambio de nuestro pensamiento, en nuestro modo de vida, en nuestro modo de obrar, en nuestras razones para vivir: nos exige poner el único orden y trascendente de nuestra vida.
(a) El desarrollo de las neurociencias en las últimas décadas ha reavivado el interés por el fenómeno de la creencia y de la experiencia religiosa. Precisamente, la neuroteología se posiciona como un espacio común de investigación y reflexión para hallar las correlaciones entre ciencia y otras disciplinas interesadas en el fenómeno religioso. https://revistas.javeriana.edu.co/files-articulos/TX/69-187%20(2019-I)/191057976008/
Fuente: “Perspectiva Económica y Académica Contemporánea”. UNET. Años: 2018 al 2021.
Pedro Morales. [email protected] @tipsaldia. WhatsApp: +584168735028