Una Palabra Oportuna No. 1731

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Oración de la mañana. Viernes 22 de abril de 2022.

Por Herlinda Gamboa. Narra Julitze mayurel.

Cafecito de la esperanza en Tiempo de Pascua

Señor Jesús, esta escena tan viva, familiar y cercana del encuentro de los discípulos contigo en el Lago, me ha entusiasmado desde niño. Qué bueno poder  asistir a un almuerzo tan divino y tan humano, donde tú lo das todo: los peces, la leña, el fuego y, especialmente, tu persona, tu presencia. En nuestro café de mañana recién amanecida contemplamos el lago, tu ausencia sentida, añorada, recordada, y tu fuerza resucitada que impulsa y fortalece en la duda y las tormentas de la vida. Al leer el texto, da la impresión de que la tinta está todavía sin secarse, el Evangelista Juan, testigo de los hechos, nos presenta una aparición distinta. No son situaciones límite o extraordinarias como María Magdalena llorando, Emaús con discípulos desesperanzados, el Cenáculo con las puertas bien cerradas por miedo.

Aquí todo es fácil, sencillo, simple. “Voy a pescar”. Es lo normal en un pescador de oficio como Pedro. Cada mañana el labrador: va a sembrar, la mamá: va a comprar; y el hombre de negocios: va a la oficina. Te haces presente en la sencillez de lo cotidiano. ¿Y qué sucedió?, aquel almuerzo después de pescar, ordinario, rutinario, se transformó contigo en una auténtica fiesta. ¡Qué comida tan sabrosa!: Contigo Resucitado la vida tiene otro color y sabor. No hay que esperar un día especial para pasarlo bien.

A tu lado todos los días son bonitos. Eres la alegría de la vida. ¡Es el Señor!  Y Pedro se lanza al agua para ir a tu encuentro. El gozo les inunda, han estado acostumbrados a vivir contigo y no saben vivir sin ti. Gracias, por este encuentro con tus discípulos en el lago. En aquel almuerzo estábamos todos contigo. En el hombre de campo, en el niño que va a la escuela, en el joven que acude a la Universidad, en la mujer que trabaja en una oficina y en la que se queda en casa haciendo sus labores, estás Tú, como Resucitado, poniendo ilusión, alegría, y ganas de hacer las cosas bien. Y así, de un modo tan sencillo, podemos construir entre todos un mundo más humano, más fraternal. No te vemos, pero estás, te sentimos cerca.

¡Aleluya, Aleluya, Aleluya! Danos tu amor y gracia que eso nos basta. Amén. PAZ Y BIEN.

Con tu presencia Señor, saldremos fortalecidos.